Del cántico al incendio

No quiero ser monja, mamá… ¡Quiero ser fascista!

Lo lamento por mi papi, mi mami, mi abuelo y mi madrina. Bueno, por mi madrina no tanto, pues al fin y al cabo fue ella la que me metió en la cabeza que Franco era un tipo admirable y hasta sexy. Lo cierto es que lo lamento por todos los que pensaron que llevaría una apacible vida, entre hostias y cánticos y sacerdotes que jamás me tocarían, pues su blanco serían siempre los monaguillos.

Lo lamento por mi papá y la guitarra que me regaló para luego obligarme a que en todas las reuniones familiares cante con natural hastío y con fingido trance un “Alabaré, alabaré” que, lejos de sonar como alabanza, parece más bien una mentada de madre al Creador. Papá, ya no cantaré más esa vaina y ni sueñes que seguiré usando el crucifijo que me dieron en mi bautizo: Lo venderé para comprar kerosene y otros combustibles.

Lo lamento por mis amigas, tanto por aquellas del primer grupo, las que se comprometieron totalmente a ser monjas castas y haciéndose un nudo con sus hormonas pretenden cumplir tal odisea, como por las segundas, las otras, las que corren a revolcarse con la primera cosa que tengan cerca, en un afán terrible por probar “cositas” antes de enfundarse el hábito. Lo siento, chicas, pero ya no estaré con ustedes; estoy convencida de que el rey de España es un tipo que genera demasiados malos pensamientos como para que yo renuncie a la oportunidad de tenerlo cerca y sudoroso, irritándose por mis gemidos hasta gritarme “¿Por qué no te callassss?”

Y es que, la verdad, en el colegio no se me ha enseñado a ser monja, a sentir como monja, a pensar como monja. Simplemente me lo asignaron entiendo que al estudiar entre monjas, sería una de ellas, como quien se suscribe a un club de video y, por aprovechar el dinero invertido y por falta de algo mejor que hacer, vira cinéfilo más temprano que tarde.

La verdad, sin más rodeos, es que en el colegio donde yo estudio –y donde estudió mi madrina también- me enseñan que Franco era admirable y me siembran ideas heroicas con respecto a Mussolini. Entonces uno sale de las clases, de los actos culturales y hasta de las misas, fantaseando con los bíceps de El Doce tensándose y haciéndose evidentes al disparar o imaginándose bebiendo el sudor caído sobre el bigote del Hitler, en una ronda de sexo salvaje en la que como parte de un juego sadomasoquista retas su locura y entre jadeos le gritas: “¡Castigáme! ¡Soy judía!”. Así, que alguien me explique, cómo coños podría yo ser de otra manera.

Por eso mami, papi, tíos, madrina, padre Diego, hermanas Camila, María Juanita y Dora, amigas Judith, Rubí y Cynthia, me disculpo ante todos, pero hoy honraré mi camisita azul de 7mo grado. Habiendo visto tantas películas de acción, sé que pronto seré como Lara Croft, por lo que sacaré mi pupitre y trancaré una calle, quemaré chaguaramos, secuestraré estudiantes, golpearé viejitas, escupiré gente grande, guarimbearé y haré toda clase de actos vandálicos porque he comprendido, por fin, la verdadera orientación de los colegios católicos en Venezuela: El fascismo. De modo que, a todos, les aconsejo olvidarse de Jesús pues, al fin y al cabo, ese bicho era comunista; empiecen a imitar a Franco y si no saben nada de él, entonces imiten a Aznar o Juan Carlos I, que son más o menos lo mismo.

Para concluir, les informo que me he sumado al sabotaje adelantado por Goicoechea, Ismael García, Cabeza e´motor y el mismísimo Baduel; en consecuencia, no seré monja un carajo, querida mami, seré fascista y, cuando sea grande, daré un golpe de Estado tal como lo hizo mi santo patrono, Pedro Carmona Estanga.


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