Nos acercamos rápidamente al momento crucial. Los golpeados contornos de nuestra sociedad están ya surgiendo de la bruma del mañana. Sin embargo a medida que aceleramos nuestra carrera, la experiencia nos muestra que uno de nuestros sistemas el más crítico sino el más importante, la educación, funciona peligrosamente mal. Lo que ocurre actualmente con la educación, incluso en los llamados “mejores colegios” es lamentablemente anacrónico. Los padres confían en la educación para preparar a sus hijos para la vida del futuro, los maestros advierten que la falta de educación destruiría las oportunidades del niño en el mundo del mañana con una educación del pasado.
Para contribuir a evitar el fracaso total de la educación hay que crear un sistema educativo nuevo basado en nuestra cultura y de conciencia hacia la participación en conjunto con disciplina de grupo, para conseguirlo debemos buscar nuestros objetivos y métodos en el futuro socialista de nuestras raíces, no en el pasado. Cada sociedad tiene su propia actitud característica frente al pasado, el presente y el futuro. Esta actitud temporal tomada como respuesta al ritmo de cambio es uno de los factores menos advertidos pero más determinante del comportamiento social, y se refleja claramente en la manera que la sociedad prepara a sus jóvenes para la vida adulta.
En las sociedades estancadas por la religión y el capitalismo, el pasado se introduce en el presente y se repite en el futuro. En sociedades de esta clase, la manera más sensata de preparar a un niño, era armarle con los conocimientos del pasado, pues estos eran exactamente los mismos que necesitaría en el futuro. “La sabiduría esta en los antiguos”. Dijo la Biblia. Por eso el padre trasmitía a su hijo toda suerte de técnicas prácticas junto con una escala de valores claramente definidos y completamente tradicionales. El conocimiento era, es, transmitido no por especialistas en las escuelas, sino a través de la familia, las iglesias, las religiones y el aprendizaje. Maestros y alumnos se encuentran dispersos en toda la comunidad, en todo caso, la clave del sistema es su absoluta dedicación al ayer. La asignatura del pasado era el propio pasado. La era socialista dio al traste con todo esto, pues el proceso requiere de otro tipo de niños, de jóvenes, hombres y mujeres; exige conocimientos que ni la familia ni la iglesia por si solos pueden ofrecer. Obliga a un cambio en el sistema de valores, y por encima de todo exige que la persona desarrolle un nuevo sentido del tiempo.
La educación en masa para superar el analfabetismo fue la ingeniosa máquina construida por el socialismo para producir la clase de adultos que se necesitan. El problema sigue siendo complejo. ¿Cómo readaptar a los niños a un sistema nuevo?. De un mundo de tareas reiterativas, de familias separadas, de humo, de ruido, de indolencia, de indiferencia, de clases, a un mundo de oportunidades de vida, de alegría, de integración y disciplina colectiva. La solución es un sistema docente que en su misma estructura, adopte este nuevo sistema. Este mundo no surgió instantáneamente, incluso hoy, conserva elementos retrógrados del sistema pasado, con una jerarquía docente administrativa que sigue el desarrollo del modelo de burocratismo educativo, del conocimiento sin disciplina permanente y cuyo cimientos están sobre presupuestos metodológicos pasados.
De esta manera la vida educativa es un espejo del pasado: reglamentación casi militar, falta de individualización en la capacidad del niño, rígido sistema de aulas, grupos, grados y títulos, papel autoritario del maestro, son los elementos que precisamente hicieron pública la mediocridad masiva como instrumento de adaptación. Los jóvenes que pasaban y pasan por esta maquina docente salían y salen a una sociedad adulta cuya estructura de empleos, funciones e instituciones es parecida a la del propio colegio.
En la actualidad se persigue con el absurdo de tratar de educar, para un presente que no puede definirse. Así, el sistema socialista educativo no se ha adaptado plenamente a la era de la revolución, y ya surge la necesidad de una nueva revolución educativa; los progresistas de ayer y los reformadores del mañana tienen que ser futuristas, solo así la educación se adelantara al tiempo del pasado, en la veloz carrera por situar hombres y mujeres de bien, preparados para hacer un aporte a la sociedad y al país, sistema en donde se invierte enormes cantidades y recursos para ser posible ese objetivo.
Pareciera que cada sistema educativo esta diseñado para resistir el cambio a la educación socialista. Ejércitos de maestros, curas, monjas, ingenieros, abogados, licenciados, dedican años de trabajo para enseñar a leer y escribir, luego para enseñarles a ser profesionales de un sistema capitalista dedicado por décadas a mantener la pobreza y la ignorancia, manteniendo así el fracaso de una metodología que ya a tocado el suelo, acarreando pérdida de sueños y fe de miles de almas que realizan un proceso diario de superación. Dinero mal gastado, de incontables millones de horas de infructuoso trabajo humano, no se puede pretender cambiar una sociedad sin cambiarse uno mismo, una revolución necesita de revolucionarios, pero la revolución empieza por nosotros mismos, de esta manera la educación es disgregada no integral, el niño aprende a leer y a escribir en el sistema educativo, pero en la casa ya no tiene el complemento que la educación necesita, valores y principios necesarios para el desarrollo armónico de la niñez.
Las iglesias, las instituciones gubernamentales, los medios de comunicación exhortan a los niños y a los jóvenes para que sigan estudiando e insisten en que hoy más que nunca el futuro de cada cual depende casi exclusivamente de su educación, sin importar que su metodología sea casi tan antigua como el saludo. Sin embargo a pesar de toda esa retórica acerca del futuro de la educación nuestra instituciones educativas miran hacia el atrás, hacia un sistema moribundo que no termina de morir, más que hacia adelante donde esta la nueva sociedad naciente. Todas sus enormes energías de los maestros actuales tienden a formar al hombre industrial, un hombre preparado para vivir en un sistema que ya no existe y que murió con su actitud mental mediocre, pasiva, conformista.
La capacitación, la innovación, la novedad son parte del nuevo sistema educativo que los maestros individualmente tiene que practicar para la nueva formación de los hijos de la revolución.
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