El Sectarismo, enfermedad infantil del chavismo

En su Aló Teórico Nº 1, el presidente Chávez fue enfático en advertir que ni gobernadores, ni alcaldes, ni el partido pueden secuestrar a los Consejos Comunales, que son instancias de autogobierno de las comunidades, donde conviven todos los habitantes de una localidad, sin distingos partidistas, religiosos, raciales, etc. Sin embargo, he oído de casos en los cuales se optó por dividir a la comunidad y crear un Consejo Comunal paralelo, porque no era posible constituir uno controlado por militantes del partido.

¿Significa eso que si antes el ámbito se extendía a veinte manzanas y ahora se redujo a diez, en esas diez manzanas habitan solamente chavistas? Seguramente, no. Entonces, si se consiguen recursos para electrificar, hacer cloacas o asfaltar, ¿se les va a dar el servicio solamente a los chavistas? No, ¿verdad?

Es absurdo pensar que los militantes de la revolución bolivariana vivan aislados en las comunidades, la realidad es que vivimos mezclados con opositores e indiferentes y que debemos desarrollar la habilidad necesaria para incorporar a todos en la organización comunitaria, donde lo que se persigue es mejorar la calidad de vida colectiva, al mismo tiempo que se demuestra a todos las ventajas que ofrecen la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y las leyes revolucionarias, para trabajar por el bienestar común.

En esa dinámica comunitaria, de lucha por los derechos sociales, los más comprometidos, los más honestos y disciplinados debemos ser los revolucionarios, para demostrarles a los demás el tipo de comunidad y de sociedad que queremos construir y así ganar adeptos. En eso consiste el trabajo político en las comunidades, en ganarse con el debate y el ejemplo, así como con las ejecutorias, la simpatía de los indecisos y los indiferentes, no en imponer sectariamente una forma de pensar o de actuar, excluyendo a todo aquel que no comparta nuestros criterios. Porque todo lo que se impone termina volviéndose en contra y creando resentimiento entre las personas que han sido atropelladas u obligadas a aceptar una imposición.

El sectarismo revela inseguridad en lo que se piensa y en lo que se cree y generalmente son sectarios aquellos que tienen muy poco tiempo en las filas de la revolución, porque quienes han militado en la izquierda toda la vida, como tuvieron que defender sus posiciones en condiciones adversas, como minorías débiles en la época puntofijista, aprendieron a ser humildes y convincentes y a defender con constancia y tesón sus ideas. Estos viejos luchadores de izquierda, curtidos en el trabajo político desde posiciones desventajosas, no van a venir ahora a atropellar a sus adversarios, simplemente porque haya cambiado la correlación de fuerzas y ahora seamos mayoría.

Casi se puede asegurar que el sectarismo es un enemigo interno de la revolución bolivariana y del mismo partido, porque la exclusión, la prepotencia y las imposiciones van creando rechazo en los afectados y es posible que callen porque necesitan un empleo, una vivienda o un servicio público, pero en su fuero íntimo acumulan sentimientos negativos contra quienes los humillan y atropellan prevalidos del poder y en la primera oportunidad se toman la revancha, por ejemplo, con el voto.

El sectarismo es también una expresión de la negligencia y la indolencia frente al trabajo político que requiere la revolución, porque allí donde domina la oposición o la indiferencia es donde mayor esfuerzo revolucionario se debe hacer. Pero un esfuerzo de formación y organización y de ejemplo en el trabajo comunitario. De lo contrario, ¿dónde se van a conseguir los nuevos militantes y cómo vamos a crecer numéricamente, si no es atrayendo a los adversarios, los indecisos y los indiferentes? ¿Acaso vamos a ganar una parroquia o un municipio donde gobierna la oposición encerrándonos en el círculo minoritario de los convencidos y militantes?

Es también probable que detrás de las posiciones sectarias se esconda la inseguridad de aquellos chavistas que no están plenamente convencidos de las ideas revolucionarias, que son recién llegados desde posiciones proadecas o procopeyanas y ocultan tras un escudo de prepotencia y exclusión su propia debilidad como militantes.

En este particular, conviene recordar que la Constitución bolivariana conservó entre sus artículos la neutralidad partidista de las instituciones del Estado y los funcionarios, que se deben a todo el pueblo sin discriminación, porque a la vez garantiza un espacio para el ejercicio de los derechos políticos, mediante la libertad de organizarse en partidos u otras formas de participación también claramente definidas. No es necesario, entonces, llevar la pugnacidad partidista hasta el seno de las comunidades, donde lo que debe privar es la lucha más estrictamente social.

luisanvar@gmail.com

S. C. 25-05-10



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Luis Vargas


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