Se avecinan debates en torno a la organización popular y a los instrumentos necesarios para impulsar el proceso revolucionario bolivariano, el cual reclama la aceleración de los cambios que profundicen el carácter antiimperialista y socialista anunciado por el Presidente.
Debemos contribuir a generar confrontaciones ideológicas promotoras de formas organizativas que superen la etapa hasta ahora cubierta por los partidos que sustentan al gobierno bolivariano, que en el fondo guardan marcado parentesco con los modelos cuartorrepublicanos.
El Presidente ha hablado del partido único; Alí Rodríguez Araque, en la última asamblea nacional de “Patria para todos”, se refirió al partido unido. Ambos conceptos, único y unido, no se diferencian, cuando sabemos que los dos se refieren a la unificación de las fuerzas identificadas con el proyecto bolivariano y con el liderazgo del comandante Hugo Chávez Frías.
Algunos aliados ven la posibilidad de repetir la experiencia del PRI mejicano. Otros sectores críticos, o de intransigente oposición, consideran que un partido único –o unido, al cabo es lo mismo- significaría un paso hacia el totalitarismo y la implantación del pensamiento único, con todas las consecuencias que a lo largo de la historia tales modelos han traído consigo.
La idea de un socialismo distinto a los conocidos, en un contexto civilizatorio en el cual hacen agua el pragmatismo, los modelos neoliberales y la tecnocracia, sólo será posible en un universo signado por el humanismo, la libertad y el enfrentamiento cotidiano contra las máscaras del poder; por lo tanto la entronización de un partido único, pasa por la negación de lo que a todas luces serían sus más nefastos efectos: el pensamiento único, la imposición ideológica y programática, y la enajenación de la condición humana.
El Frente Revolucionario pareciera tener mayor aceptación, puesto que convoca a una participación más plural y diversa de la sociedad.
La hasta ahora bien encaminada modalidad de los Consejos Comunales aclara el panorama, por cuanto su establecimiento restaría poder a los partidos como intermediarios entre el gobierno y la sociedad; pero esa estructura corresponde más a los intereses administrativos del Estado y a la sustitución de los vicios burocráticos, que a la expresión creadora de las contradicciones ideológicas, al diseño de un cuerpo filosófico y político de la revolución, y a la movilización permanente de la ciudadanía en defensa de la soberanía nacional y del todavía inacabado concepto de “Socialismo del siglo XXI”.
Como quiera que sea, partido único, concebido como una congregación revolucionaria, o frente popular, o la combinación de ambos aparatos, es oportuna la reedición de la plataforma de acción del FLN, redactada a principios de los años sesenta, pues demuestra cuánto hemos avanzado por:
-“…Conquistar la independencia nacional, la libertad y la vida democrática para la nación..
-“…Rescatar el patrimonio, la integridad y las riquezas nacionales”
-“…Establecer un gobierno revolucionario, nacionalista y popular”
Ante las ideas primordiales del documento del FLN, creemos que el mayor avance lo hemos logrado en la unidad cívico-militar y que el reiterado concepto nacionalista ha sido sustituido por el carácter continentalista e integracionista del proyecto bolivariano.
A partir de enero del 2007 nos espera una de las batallas más difíciles de todo movimiento revolucionario: la confrontación ideológica en el seno de sus propias fuerzas; el combate contra la corrupción y el burocratismo; el surgimiento de nuevos liderazgos y formas de organización política.
Desde las Escuelas de Formación Popular, en cuyos talleres venimos trabajando hace algunos años, ofrecemos nuestra humilde contribución a ese debate creador y democrático.
nunezsilva@hotmail.com