El tema del transporte es más ilustrativo en este caso. El automóvil individual o familiar es una de las mayores aberraciones que ha producido el capitalismo. Lo ha demostrado hasta la saciedad Iván Ilich, en un librito magistral y poco difundido: Energía y equidad. Una tecnología que busca, supuestamente, transportar rápida y eficientemente a las personas, terminó siendo la peor opción. Chávez lo explicó gráficamente hace poco: se llega más rápido caminando, en ciertos trayectos de Caracas, que en automóvil por la autopista y generalmente cada carro lleva a una sola persona. Sin entrar en el pavoroso problema ambiental generado por el sistema automovilístico. Ilich dice, si no recuerdo mal, que si el uso del automóvil familiar se extiende en China, la catástrofe ecológica será monstruosa.
Creo que en ese interesante debate que usted abrió en Aporrea, se ha saltado un paso al plantear la cuestión de las comodidades socialistas, pues no podemos adoptar acríticamente las soluciones capitalistas a la satisfacción de las necesidades sociales, pues dichas soluciones están teñidas del carácter clasista del capitalismo. El capitalismo no se dedica a atender las necesidades sociales, sino las necesidades de quienes tienen el poder adquisitivo suficiente o, más bien, holgado, sin importarle el estado en que se encuentren las mayorías trabajadoras, aquellas que con su trabajo están encadenadas a proporcionarle comodidades a las minorías, a costa de su propio bienestar.
Para ponerlo en términos crudos y provocadores: el
rancho y la bicicleta son socialistas, la quinta y el automóvil son
capitalistas. El mismo Ilich dice que los gobernantes socialistas no se
transportan en jet sino en bicicleta. Esta afirmación nos llama a revisar bien
lo que estamos haciendo para construir el socialismo y lo que proponemos como
modelo de sociedad socialista. Es posible ir mejorando el rancho hasta
convertirlo en el tipo de vivienda apropiado para el socialismo, es decir, para
que todo el mundo tenga vivienda, autoconstruida, automejorada y
autoconservada; pero es imposible masificar el tipo de vivienda capitalista,
porque es, por definición, un tipo de vivienda para minorías, que exige
sacrificar la satisfacción masiva de esta necesidad, es decir, que condena a
los trabajadores de la construcción a pasarse la vida haciéndole las casas a la
pequeña burguesía y a los ricos, mientras ellos viven precariamente.
Socialismo es, en mi opinión, elevar el bienestar desde las condiciones de los pobres y no pretender masificar los privilegios de las clases medias y los ricos. Para aceptar esto se requiere una visión crítica del tipo de comodidades que ha creado el capitalismo, pues son comodidades definidas para la ganancia, para el mercado, para la concentración de capital, nunca para la felicidad ni el bienestar del pueblo. Que la clase media considere que está cómoda es una señal de alienación, por lo demás fácil de refutar, si se toma en cuenta la cantidad de señales de infelicidad que se consiguen en la familia pequeñoburguesa: disolución, depresión, etc.
De aquí podemos pasar a revisar críticamente otros productos del capitalismo: la medicina, la agricultura, la alimentación… El sistema agrícola capitalista no resuelve el problema de producir alimentos para todos, el sistema campesino sí. La medicina capitalista no resuelve el problema de salud colectivo, las medicinas tradicionales sí. La alimentación capitalista enferma a la población, pero es un gran negocio; debemos modificar los patrones alimentarios, idear el sistema de alimentación del socialismo. En el fondo, esto significa revolucionar el régimen de necesidades, lograr que se manifiesten las necesidades realmente sociales y producir los bienes, también sociales, que las satisfagan. Para ello, lo peor que podemos hacer es tomar como patrón las soluciones que ha engendrado el capitalismo.
No se me ocurre mejor manera de concluir esta intervención en el debate, que recordar la frase de Gandhi relativa a que tenemos los recursos para satisfacer las necesidades de todos, pero no la codicia de unos pocos; o aquello de que rico no es el que más tiene sino el que menos necesita. Revisemos, entonces, hasta qué punto el capitalismo nos ha creado un sistema de necesidades perverso y destructivo, haciéndonos creer que es riqueza.