El yo real y la hipotética revolución siria (Parte 1)

La revolución siria pertenece innegablemente a la calle. Tiene sus raíces en el ámbito popular en el que masas de cuerpos físicos ocupan las plazas y voces reales llenan el aire desafiando la brutalidad de un régimen implacable. El mundo virtual de la revolución constituye una fuerte, y segunda, línea de defensa. Las comunidades de activistas online en Siria extienden incansablemente por todas partes, en la medida de lo posible, las voces y los sucesos de la calle mientras los activistas de fuera del país hacen de onda expansiva, trasladando lo que sucede en Siria a través del mundo.

A los partidarios del régimen les gusta describir de forma humillante la revolución siria como iftiraadiyyeh, hipotética, “una revolución virtual”, avivada por fuerzas externas que están muy lejos de las calles sirias (por tanto, de los intereses sirios). Etiquetan a los manifestantes de traidores y afirman que son víctimas de una “conspiración universal” contra la soberanía de Siria. Estas acusaciones empiezan por la cabeza del mismo régimen, Bashar al-Asad, como declaró en su último discurso: “Al principio de la crisis, no era fácil explicar lo que sucedía. Las reacciones emocionales y la ausencia de racionalidad sobrepasaban los hechos. Pero ahora, la niebla se ha disipado y las partes regionales e internacionales que querían desestabilizar Siria no pueden ya falsificar los hechos y los acontecimientos. En estos momentos, todas esas partes han perdido la máscara y somos más capaces de deconstruir el entorno virtual que han creado tratando de empujar a los sirios hacia una ilusión para luego hacerles caer. Ese entorno virtual se creó para provocar una derrota moral y psicológica que llevara finalmente a la derrota real”.

Durante los primeros meses del levantamiento, el presidente llamó a los disidentes “conspiradores” y a los manifestantes “bandas armadas”. En su último discurso, proclamó que si realmente existieran manifestantes verdaderos, él se habría unido a ellos: “Esto no es una revolución. ¿Puede un revolucionario trabajar para el enemigo, ser revolucionario y traidor al mismo tiempo? Es imposible. ¿Pueden los revolucionarios no tener honor ni valores morales o principios religiosos? Si hubiera revolucionarios auténticos, en el sentido que conocemos, Vd. y yo y todo el pueblo se habría conmovido con ellos. Eso es así”.

Gentes tanto de dentro de Siria como de fuera, sirios y no sirios, han estado repitiendo esas apreciaciones, afirmando que todos esos miles de videos “imposibles de verificar” que documentan las atrocidades de Asad son mfabrakeh, inventados. Dicen que los clips exageran la cifra de gentes que actualmente se manifiestan, mientras que las manifestaciones a favor del régimen son engañosamente reducidas o no se las califica de masivas como realmente eran, o que los tendenciosos medios árabes e internacionales no las cubren en absoluto. Algunos periodistas como Robert Fisk y Patrick Cockburn describen los videos de YouTube de películas. “Películas”, un término arcaico cuidadosamente elegido que alude astutamente a lo ficticio, no a lo real; algo que es dirigido, representado, cinemático. ¿Tampoco eran reales cuando esos videos se grabaron frente a los observadores de la Liga Árabe? ¿Tampoco eran reales cuando fueron los periodistas independientes que finalmente lograron entrar en Siria quienes los filmaron (a pesar de los visados extremadamente breves de que disponían y las más cortas posibilidades aún a causa del control de su trabajo por parte del gobierno)?

Ha habido recientes debates que se han ocupado de intentar comprender la naturaleza del Ejército Sirio Libre (FSA, por sus siglas en inglés). ¿Existe ese ejército o se trata del FSA, “una máquina de fax en Turquía”? Quizá los expertos no han visto en las amplias protestas bautizadas como de los Viernes los eslóganes de “Apoyamos al Ejército Sirio Libre” y “El Ejército Sirio Libre nos protege”. El excelente informe de Rania Abuzaid explica la acrisolada composición del FSA. Aunque es verdad que el FSA está dividido en varios grupos que defienden diferentes partes del país y carecen de un mando central tradicional, los miles de hombres que luchan y mueren cada día en su nombre lo convierten en algo muy real.

El presidente explica así estas discrepancias en los informes que aparecen desde Siria: “Sin embargo, todas las mentiras de los medios y toda la campaña política y de los medios contra Siria se están construyendo a partir de falsificaciones y distorsiones; y hay diferencia entre distorsionar la verdad dándole después credibilidad presentándola desde el interior de Siria, que distorsionar la verdad desde fuera de Siria, donde a esas distorsiones tiende a dárseles menor credibilidad. Por eso tomamos la decisión de no cerrar la puerta a todas las redes de los medios sino seleccionar su acceso a fin de controlar la calidad de la información o la falsificación que se transmite allende las fronteras”. Por tanto, el régimen decidió seleccionar a quién se permitía entrar en Siria a fin de combatir las invenciones sobre las masas y controlar el mensaje. ¿No es esa acaso la definición de propaganda?

Uno de esos momentos “selectivos” es la ahora tristemente célebre entrevista de Barbara Walters. Asad se quedó al parecer conmocionado por lo mal que aparecía retratado en la entrevista, declarando mentiras tan convincentemente que casi se las creyó él mismo. Pero recientemente, mientras los activistas rebuscaban entre las cuentas hackeadas de funcionarios del gobierno, salió a la luz un correo de Sheherazad, la hija del embajador ante las Naciones Unidas Bashar Yaafari. Fue la encargada de preparar al presidente para la entrevista estudiando, según ella, al típico televidente estadounidense: “Es enormemente importante mencionar que al principio de la crisis se cometieron ‘errores’ porque no teníamos una ‘fuerza policial’ bien organizada. La psique estadounidense puede manipularse fácilmente cuando escuchan que se han cometido ‘errores’ y que estamos ahora reparándolos”. (Son sus “citas”). Toda una actuación calculando la simpatía, los sentimientos y la compasión estadounidenses. Después, en su discurso ante sus partidarios, Asad convierte la poco halagüeña entrevista en una conspiración de los medios estadounidenses.

Según Jonathan Steele, al presidente, al que se ha incorporado un pequeño pero creciente ejército de relaciones públicas de periodistas/partidarios árabes y occidentales y con el apoyo de la “mayoría de los sirios”, le gustaría creer en el siguiente escenario: En Siria, un número minúsculo de supuestos manifestantes (sectarios/extremistas/salafíes/violentos) repiten gritos imaginarios de apoyo (y protegidos por) hacia un ejército ficticio, mientras son filmados por falsos cámaras que preparan videos manipulados que serán twiteados por activistas virtuales que después contemplarán millones de gentes manipuladas a través de sus conspiradores canales satélites árabes y consumirán unos tendenciosos medios occidentales en una guerra de “propaganda”, convirtiendo la “verdadera” crisis siria, como dice Cockburn, en una “niebla de desinformación bombeada a través de Internet”.

¿Y por qué el mundo debería creerse el escenario de Asad por encima de la realidad de la gente? Porque, según el régimen sirio, el país se enfrenta a una conspiración universal diseñada para validar una intervención extranjera que desestabilizará la región, fortalecerá a Israel, debilitará a Irán, declarará a Qatar como superpotencia regional y empujará a Siria a una guerra civil avivada por el “inherente” sectarismo del que el régimen de Asad ha protegido a sus ciudadanos durante los últimos 42 años.

Para algunos, la “conspiración” también amenaza con matar lo que se ha llamado el último vestigio de la “resistencia” árabe. ¿Resistencia contra qué? La mayoría de los sirios dirían que el régimen de Asad no ha resistido nunca más que las aspiraciones del pueblo sirio. (Pero la mayoría de los sirios nunca entendieron ni apreciaron el tan importante papel político “regional” de su país. Estaban demasiado atareados soportando las políticas internas de Asad e hijo). Los sirios de la calle (los que importan) cantan incluso: “Ya, Bashar, cobarde, ve y envía a tus tropas al Golán”. Pero ya pueden esperar sentados en Siria y en el Golán. Habrá quien manifieste su desacuerdo ante el hecho de que se ignoren los logros internacionales y regionales del régimen de Asad como consecuencia de sus históricas posiciones de resistencia. Esas personas deberían preguntar a las familias de los 7.000 sirios asesinados si se justifican las muertes de sus seres queridos por esa supuesta resistencia. Deberían preguntar asimismo a los palestinos (ellos también importan): ¿Qué ha hecho por vosotros últimamente el régimen sirio? (La palabra “últimamente” se utiliza aquí en términos aproximados, queremos decir en los últimos cinco años). Probablemente responderían: un montón, de daño. El crítico Subhi Hadidi enumera algunos de los daños: “En cuanto a los palestinos, bien, el régimen hizo todo lo contrario: Se situó contra los palestinos, al igual que el ‘movimiento nacional’ dirigido por Kamal Jumblatt, en la guerra civil libanesa; estuvo implicado en el asedio y masacre de Tal al-Zaater en 1976; participó en el asedio y bombardeo de 1983 de los campos palestinos en Trípoli, Líbano”. El poeta y ex prisionero político Faraj Bayraqdar dice que los que aún siguen defendiendo el papel de resistencia autoproclamado por el régimen, “padecen ceguera ideológica”. Y añade: “Son esas gentes que no diferencian entre resistencia y desistimiento, entre retórica y realidad”. 

El régimen utiliza esta mezcla de propaganda ideológica reciclada y manipulaciones de los medios para enfrentar la acumulación masiva de pruebas que sobre sus atrocidades se ha ido extendiendo por todo el mundo. El régimen continúa insistiendo en que está combatiendo a bandas armadas mientras utiliza armas reales que le llegan de Rusia en barcos reales para matar a civiles desarmados y soldados desertores. Tras meses de preguntas por parte de los escépticos: “¿Quiénes son esas ‘bandas armadas’?”, el ministro de asuntos exteriores Walid Muallem puso fin a una conferencia de prensa en noviembre con clips de las “bandas armadas” en acción. Más tarde se descubrió que esos clips se habían filmado en el Líbano en 2010. Es decir, que eran mfabrakeh. Cuando en diciembre se le enfrentó al hecho, Muallem se defendió (véase en el minuto 57:00) diciendo que los clips eran “correctos en todo su contenido, pero que no estaban bien dirigidos”. ¿Dirigidos? ¿Cómo las “películas”? ¿De verdad? Y añadió: “Si tuviéramos que mostrar la verdad, las horribles imágenes de lo que están haciendo los grupos terroristas, creo que muchos de Vds. se desmayarían”. (Gracias, Walid Muallem, por ahorrarnos la verdad). Cuando la misteriosa, aunque convenientemente calculada, explosión sacudió el área de Midan en Damasco el pasado mes, el canal de la televisión estatal, SANA, se encontraba allí listo para trasmitir en directo la cobertura del bombardeo “sorpresa”. Fueron tan eficientes que hasta captaron en la filmación a un hombre que sostenía un micrófono de la TV siria colocando bolsas de plástico blanco con sangre cerca de un charco de sangre. Incluso la presentadora se calló estupefacta cuando narraba la escena. Otro caso de mala dirección. Deberían haber llamado a la hija de Yaafari para que se encargara de la situación.

Patrick Cockburn acusa a las fuerzas revolucionarias de “estar implicadas en propaganda negra”, en construir una “falsa” revolución utilizando las armas de manipulación del régimen, aunque el régimen de la vieja escuela se haya vuelto incompetente y descuidado. Asad tiene una explicación para esos “errores” (en un discurso de 15.000 palabras, puedes encontrar explicación para todo): “En nuestro intento de desmantelar ese entorno virtual y garantizar la importancia de la situación interna al enfrentar cualquier interferencia externa, tomamos la iniciativa de hablar con transparencia cuando cometamos una omisión por aquí y un error o demora por allá en algunos campos”. Quizá sea el caso de los estudiantes que llegan a ser más sabios que su maestro. O quizá ocurre que una parte es real y la otra queda finalmente expuesta como falsa.

Los partidarios sirios del régimen saben muy bien lo que se siente cuando se juega a fingir. Queda claro en su nuevo grito popular: “Seremos tus shabbiha para siempre, ya Asad”. Durante décadas, los sirios gritaron: “Sacrificaremos nuestras almas y nuestra sangre por ti, ya Assad”. Nunca pensé que sentiría nostalgia de aquel grito, pero la siento. Con todo lo poco sincero que era, significaba que estábamos dispuestos a sacrificar lo que éramos, como éramos, nuestras almas y sangre, por el líder. Este nuevo grito asume brutalmente el servilismo a otro nivel. Expresa la disposición de la gente para convertirse en algo criminal: los despreciados e implacables matones del régimen. Convertirse en algo que ellos no son.

Entre gritos peligrosos e identidades seudónimas, Siria se ha convertido en una red de engaños, tejida por necesidad por ambas partes para protegerse contra el atrincherado régimen. Pero hace décadas que a los sirios no se les ha tenido en cuenta como personas. Hace mucho tiempo que nuestros rasgos quedaron borrados en un mar de rostros vacíos que reflejaban solo una cara. Nos convertimos en un lienzo pixelado que creó un collage de la imagen del líder. Nuestras voces formaron una boca unificada capaz solo de expresar declaraciones (falsas) de amor y devoción. Al régimen no le importamos realmente nunca y, por eso, olvidamos reconocernos a nosotros mismos. En estos momentos, el pueblo sirio no solo lucha cada día por su supervivencia sino para demostrar que ellos importan. Resisten para demostrar que existen.

En un artículo reciente, Robert Fisk se refería a Siria como símbolo. Durante décadas, Siria fue en efecto reducida a un símbolo, algunas veces de la unidad árabe, otras veces de heroica y polémica resistencia. Hafez al-Asad representaba la revolución, como solíamos gritar durante las obligadas manifestaciones: “Hafez. Asad. Símbolo de la revolución árabe”. Durante los últimos once meses, el régimen ha demostrado cada día que están lejos de ser un símbolo de revolución. O un símbolo de unidad, o de arabismo, o de antiimperialismo o incluso de resistencia. No han sido más que el emblema de la tiranía y la opresión.

Para ocultar la realidad de lo que realmente son, el régimen de Asad se ha inventado todas las conspiraciones posibles: conspiración política, conspiración de los medios de comunicación, conspiración militar, conspiración árabe, conspiración occidental, conspiración imperialista, conspiración económica, conspiración sectaria. Y, según Yaafari padre, Siria se enfrenta ahora a una conspiración de Google. Cada conspiración es legítima salvo la única conspiración que el pueblo sirio ha soportado durante cuatro décadas: el ilegítimo gobierno de la dinastía Asad. El régimen borraría la existencia de todos y cada uno de sus ciudadanos antes de admitir que ellos son la conspiración universal que asola Siria.

Para ser una revolución virtual, hipotética, ficticia, supuesta, basada en una conspiración, su duro peso se hace tangible en la sangre real, cadáveres reales, lágrimas reales, intimidación real y cicatrices reales de torturas reales infligidas en carne real.

El pueblo sirio, al igual que su revolución, no son hipotéticos, míticos o ficticios, es real. No son un símbolo de revolución son la revolución. Pero como dice Elias Khoury: “En su lucha y en su resistencia, a la hora de emprender su huérfana revolución, el pueblo sirio está solo”. Y está siendo exterminado.

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

Amal Hanano es una escritora siria y colaboradora habitual de Jadaliyya.com




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