El proceso revolucionario por el que transita actualmente Venezuela, es un proceso social tan simple dentro de su complejidad, que se presta a confusiones tanto conceptuales como vivenciales, las cuales en vez de conducir al país hacía una sociedad más justa y armónica para todos, dentro de un contexto de valores como: solidaridad altruista, equilibrada corresponsabilidad, participación activa y transformadora, equidad ajustada a las necesidades y meritos, creatividad liberadora, inclusión dialéctica, felicidad conciente; puede envolverla dentro de una niebla oscura de retroceso e ignorancia. Un ejemplo de estas peligrosas confusiones es la que tiene que ver precisamente con la Soberanía Tecnológica.
Teóricamente la Soberanía Tecnológica debe comprenderse como la acumulación de conocimiento y capacidad de dominio en tecnologías de punta de lanza, es decir de alto impacto, que nos permita un país donde todos tengamos acceso al conocimiento para usarlo en beneficio de nuestras comunidades. Es decir que: “A mayor suma de conocimiento…mayor soberanía”, y este principio también corresponde con el asunto tecnológico.
Sin embargo un grupo de dogmáticos ignorantes, que en lugar de ampliar la esfera de comprensión de la realidad, intentan interpretarla literalmente desde obras, que si bien es reconocido su alto nivel de profundidad y estilo, corresponden a otro contexto espacio-temporal distinto al actual, pretenden conducir a Venezuela no a la Comunidad del Conocimiento, sino a la de la Revolución Industrial, incluso a la anterior. Encaminando a su vez al pueblo al más puro dogmatismo, al secularizar el conocimiento a una sola parcela de la totalidad.
Por este motivo, no es de extrañar, que aparezcan ecos angustiosos y ruidos alarmantes frente a la política de inclusión dialéctica que maneja el Centro Nacional de Tecnología de Información, C.N.T.I, en su permanente búsqueda del Socialismo del Siglo XXI, que como pronosticó en su tiempo, el último genio de nuestros días, Albert Ainstein, consiste en la socialización de la totalidad del conocimiento, en pro del pensamiento creativo, y desprendido de acentuada alienación.
Es esta la única razón por la que el Centro Nacional de Tecnología de Información, C.N.T.I., a pesar de la lamentación de algunos que más bien pareciesen, tener intereses oportunistas monopolizadores, sosteniendo que la revolución consiste, en la dogmatización de una sola parte de la realidad, casualmente la que ellos manejan, algunos tecnólogos del Software Libre, sin por eso quitarle el merito que dentro de su valioso aporte tienen, también acepta dentro de su campo de acción a empresas trasnacionales como la IBM, con la que pesar de tener diferencias ideológicas, se reconoce el aporte que están han realizado al mundo del Software Libre y que aún pueden hacer. Como por ejemplo: ser una de las promotoras de la organización líder mundial del Software Libre “Free Software Foundation”. Y por lo tanto cuya divergencia es más política, con todas las aristas de lo político, que inclusive de aspecto social. El cual es dependiente más de los fines para los que se utilice la herramienta, que la herramienta en si misma.
Si en el espacio-laboratorio, que el Centro Nacional de Tecnologia de Información; C.N.T.I., pretende crear, se incorporan las tecnologías de empresas trasnacionales, también deben incorporarse, las tecnologías de Software Libre de las empresas nacionales, y en fin toda la tecnología que se pueda incorporar, en un proceso de inclusión dialéctica, y suma de conocimiento. Es decir, un espacio-laboratorio de convergencia y constante movimiento, de todos los conocimientos posibles en tecnología informática, y no sólo un estudio exhaustivo de un único punto en un universo de infinitos puntos. Es por eso que el C.N.T.I., pertenece al Ministerio de Ciencia y Tecnología, en toda su extensión.
Y esto nada tiene de opuesto a las enseñanzas olvidadas y empolvadas, por tan largos años, de injusticias y lamentables miserias, que atravesó Nuestra Venezuela, y que ahora vuelven a mostrar su faz, a la luz del sol, dejadas como profecías del tiempo, por aquellos ancestrales maestros como: Simón Bolívar, Francisco de Miranda, Simón Rodríguez,…
Recordando una de las más esenciales, de este último libertario, “Inventamos o erramos”, es lo que justamente busca el Centro Nacional de Tecnología de Información, C.N.T.I., cuando no decide por el aislamiento y selección de un solo fragmento del conocimiento, que además no tiene sus orígenes en Venezuela, sino que busca inventar con la suma de todo el conocimiento posible, más la creatividad de nuestro pueblo, una plataforma tecnológica que realmente contribuya con la construcción de la soberanía venezolana.