En el editorial de ayer señalábamos como evidente que algo marchaba mal en la lucha contra el crimen organizado e indicábamos las preguntas más frecuentes que se hace una población preocupada por los graves indicios de ineficacia de los cuerpos policiales y por la ausencia de una estrategia correcta en correspondencia con la delincuencia de este tiempo.
El vil y sin precedente asesinato de los hermanos Faddoul, desgraciada y dramáticamente agrega una razón más para justificar nuestra angustia.
Es evidente que el país confronta un nuevo tipo de delincuencia y no estamos preparados para combatirla eficazmente. Ahora se requieren soluciones con urgencia. Urgentemente, porque lo reclama el país y porque los factores de desestabilización política pretenderán aprovechar a su favor el crimen de los niños Faddoul.
No tenemos la policía que se requiere para atender las exigencias de una situación de emergencia. El asesinato de Sindoni y de los niños Faddoul son señales claras. Hemos traspasado los linderos de una delincuencia del viejo tipo, como ocurría tradicionalmente año tras año, para encontrarnos de repente con una nueva realidad.
¿Hasta dónde se ha insertado en la vida nacional el sicariato importado desde el exterior? ¿Acaso los actuales excesos en los delitos obedecen a una infiltración planificada de la delincuencia extranjera?
No podemos retardar por más tiempo la organización de una policía nacional dotada de los recursos científicos y tecnológicos para combatir el crimen organizado, sin el lastre heredado de las viejas policías.
Repetimos, es indispensable incorporar a todo el país a la lucha contra la nueva delincuencia. No habrá soluciones si no se convierte la lucha contra los delitos en un problema de todos, en una tarea de masas, con el respaldo de los millones de ojos y oídos del pueblo.