He estado pendiente de los resultados de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. A las personas como yo, que la natura no nos favoreció con ningún talento para la práctica de algún deporte y que el sobrepeso ha colaborado con el sedentarismo extremo, ver deportes por televisión es algo que nos llena. Tanto, que hasta me acuesto agotado de los golpes recibidos y del cansancio por competir en tantos deportes.
En esas exageradas horas que he pasado frente a la caja mágica, me ha estado acompañando un vecino, cuyo aparato se le quemó unos días antes de los juegos. Como casi todos los tachirenses, mi vecino es racista. Y lo comprobé con la medalla de plata de Yulimar Rojas y la de bronce de la ciclista Hernández.
En el momento del salto de Yulimar, mis urgencias prostáticas me habían obligado a ir al baño. Cuando regresé ya la atleta había logrado casi los 15 metros. Pregunté a mi vecino ¿qué pasó? y me respondió: "la negra zancona ganó plata".
El tercer lugar de la ciclista, tampoco lo pude ver en vivo. Y fue en el momento en que Stefany Hernández subía al podio para recibir su medalla cuando el vecino exclamó: "¡Coño, esta también tiene pelo de negra!"
"Con razón el zambo y el negro Maduro les ha dado tanta plata para que compren las medallas".
Racista y escuálido, mi vecino.