¿Cómo sabemos que algo que está sucediendo es un hecho histórico? El problema no es saber sino saber ignorar. Por ejemplo, Gaza, pequeño territorio superpoblado del Oriente Medio ha sido invadido por un ejército poderoso, dotado de sofisticadas armas de destrucción, entre las que se cuentan las llamadas bombas de racimo, condimentadas con fósforo blanco o uranio “empobrecido”. Quienes dirigen, ejecutan y apoyan esa masacre contra el inerme pueblo palestino optan por una solución: subestimar lo que acontece, minimizar los hechos, distraer la atención, desentenderse de la situación.
Las peores barbaridades que han tenido lugar en el mundo son ignoradas. ¿Cuántos millones de africanos han sido asesinados, arrancados de sus familias, esclavizados y explotados inmisericordemente? Nunca se sabrá y la mejor solución es no investigar. Porque ¿cómo interesar a alguien que se tome en serio estos hechos cuando se trata tan sólo de negros?¿Cuántos millones de indígenas de nuestra América fueron masacrados durante la colonización, ejecutada por un país que a su vez recién había logrado expulsar a los conquistadores árabes, los mismos que habían ocupado a España por más de 800 años? Nunca se sabrá y la mejor solución es dar otro tipo de explicaciones.
Pero a los árabes jamás se les ocurrió exterminar a la población nativa, sino que por el contrario se mezcló con ella y trajo lo mejor de la civilización que para aquella época florecía entre ellos. Lo divertido de las situaciones como las señaladas, porque el tiempo las troca en eso, es que no tenemos a quién reclamar y sólo nos limitamos a calcular los daños infringidos, como si el cerro de Potosí sirviera para demostrar el saqueo. Ni siquiera los huesos existen, a pesar de que pueblos enteros fueron desaparecidos de la faz de la tierra.
Los presuntos perseguidos y masacrados de ayer hoy se solazan haciendo lo mismo con el pueblo palestino; como lo hicieron los españoles con los indígenas de nuestra América. Cuando Israel hacía la guerra para defender su derecho a existir como Estado logró concitar ciertas simpatías entre muchas personas que leían narraciones como las descritas por León Uris en su novela “Éxodo”. Pero ahora hacen la guerra para exterminar a un pueblo que también tiene derecho a existir y frente a esa calamidad no podemos optar por la neutralidad, la ignorancia y el olvido, porque como lo dijo el poeta latino Terencio: “Soy un hombre y nada de lo que es humano me es ajeno” [*]
Muchas cosas están sucediendo ahora en el mundo, como la sospechosa epidemia de cólera en Zimbabue que es manipulada por el imperio para tratar de socavar el gobierno de Robert Mugabe; las protestas estudiantiles en Grecia; la actitud provocadora ante Rusia del gobierno de Ucrania, que está buscando su “tatequieto” como sucedió con Georgia; la constante conspiración contra el proceso constituyente en Bolivia; la guerra interminable entre el Frente Polisario (República Árabe Saharaui Democrática) y Marruecos; las migraciones de la periferia asiática y africana hacia el centro; sin contar con la crisis económica y social que enfrenta el sistema capitalista a escala mundial que arrastrará para lo peor a las maltrechas economías de los denominados “países emergentes” porque los más pobres ya no pueden serlo más.
A fin de cuentas, quienes mueren en Gaza son árabes, pobres y musulmanes que muchos esperan que lo hagan inútilmente, ante la mirada expectante, timorata, cobarde y cómplice de las satrapías árabes del Golfo Pérsico y demás lacayos como Hosni Mubarak, quien ha optado por cerrar el único paso fronterizo y obstaculizar la prestación de ayuda humanitaria. La mayoría de las víctimas son mujeres y niños, porque los judíos están luchando contra un enemigo “invisible” Pero esta crisis es otra oportunidad y quién sabe qué pueda pasar, porque ¡algo tiene que pasar, y va a pasar! Ya lo verán.
Nota:
[*] La expresión en latín es: Homo sum, humani nihil a me alienum puto.
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