Desde el dolor de la orfandad

El Chávez que será por siempre

Conocí a Chávez mientras armaba comunicados y construía el primer sindicato de Educadores del extinto Instituto Nacional del Menor. Eran tiempos de resaca por el cierre de la traición de la burocracia soviética a la revolución Bolchevique, la derrota de las experiencias de inserción democrática en la patria neogranadina y el inicio de la fragmentación del intento por construir un instrumento político de masas al sur de la patria grande. Cada uno, por su lado o en colectivo peleábamos pequeñas batallas, pero el horizonte estaba nublado por el inminente surgimiento de una torre de babel entre las izquierdas.

Y Chávez con rostro de “nosotros”, verbo rebelde y orgulloso accionar de quijote nos hizo un giño a los dispersos invitándonos a juntarnos para un nuevo combate, esta vez por la dignidad nacional y la justicia social. Pero no fue una invitación a la subordinación clásica y la disciplina jerárquica, propia de la cultura stalinista que está contenida en el ADN de la política y la izquierda venezolana, sino que se aproximó a cada uno de nosotros a escucharnos, a reconocernos, incorporando a su discurso y accionar parte de la identidad de cada uno de quienes nos les acercábamos. Contrario a la tradición de quienes solían plantear plataformas de “unidad”, él se fusionó con los rebeldes al oírnos e incorporar nuestras ideas a ese programa mínimo que es la lucha contra la explotación, la injusticia y la inequidad que representaba el neoliberalismo. La magia de Chávez comenzó a recorrer el país, a enamorar a toda la izquierda y a los nacionalistas para que juntos trabajarámos en la tarea de derrotar la desesperanza sobre la cuál se erigía el imperio del capital. La fresca brisa de la nueva esperanza avivo la llama del sueño por un mundo más justo en el ocaso del siglo XX.

Recuerdo la primera conversa cuando me dijo “ser autentico construye la confianza. Cada quien tiene que ser como le nace del espíritu rebelde para que el otro lo reconozca como igual, tanto en el sueño como en lo que arriesga y así poder caminar juntos”. No nos pidió que dejáramos de ser, sino al contrario que existiéramos plenamente. Y consecuentes con ese diálogo, a partir de ese momento siempre actuamos y expresemos lo que consideramos justo, incluso a riesgo de ser incomprendidos. Chávez avivo la llama del comportamiento contestatario y siempre tuvo oídos, corazón e ideas para entender la sumisión como parte de lo viejo y la rebeldía como signo que distingue a la revolución Bolivariana.

No se desdibujo como suelen hacer los políticos de oficio cuando llegan al poder. No cambio de amistades ni nos dio la espalda cuando fue electo Presidente, muy por el contrario nos recordó que esta pelea era común y que todos teníamos que librarla, ahora desde los distintos espacios del aparato gubernamental. Y desde entonces, a cada uno como parte del pueblo de Bolívar, nos protegió alentándonos a estudiar, trabajar y crecer en humanidad. Estamos obligados a escribir algún día sobre los 15 años de trabajo con él, para que las nuevas generaciones nunca jamás le olviden ni sean presa del aparato cultural mediático del capitalismo; pero hoy el dolor de su partida apenas nos deja garabatear algunas letras.

Que dolor se siente. solo comparable con la orfandad. Gracias hermano, camarada, padre y amigo por permitirnos pelear la batalla de socialismo a su lado. Quiero reiterar el amor infinito por ese hombre, líder y pedagogo popular que fue y será Chávez, amor construido al fragor de la lucha contra la pobreza, por la justicia social y la dignificación del ser humano.

Hoy sólo escribo con inmensa tristeza para recordar y recordarnos que la magia del Chavismo está en la construcción compartida de imaginario y acción, en el cual todos somos necesarios. El concepto de unidad de Chávez se basaba en la autenticidad como potencial liberador para que la revolución fuera y sea creación permanente y en la disciplina como constancia sin intenciones subalternas. Nuestro deber como revolucionarios es sostener y profundizar la construcción socialista de la patria.

A mis hijas e hijos, a sus madres mujeres de pueblo, a mis viejos Oliva y Francisco quienes me enseñaron con su ejemplo la importancia de la lucha por la justicia social, a mi familia, a mis camaradas, amigos, compañeros de trabajo y a mis alumnos, abrazándolos para darnos fuerza les digo que el socialismo libertario es como Chávez, humano, rebelde, fraterno, leal y justiciero. Seamos pues dignos herederos del legado del primer libertador del siglo XXI.

Caracas, 5 de marzo de 2013,
Día del llanto nuestroamericano

Luis Bonilla-Molina
Director de
COMUNA: pensamiento crítico en la revolución
 



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Luis Bonilla-Molina

Docente- Investigador miembro del PEII Venezuela. Presidente de la Sociedad Venezolana de Educación Comparada (SVEC). Directivo de la Sociedad Iberoamericana de Educación Comparada (SIBEC). Miembro del Consejo Mundial de Sociedades de Educación Comparada, instancia consultiva de la UNESCO. Coordinador Internacional de la Red Global/Glocal por la calidad educativa. Autor de artículos en una veintena de páginas web a nivel internacional.

 luisbo@gmail.com      @Luis_Bonilla_M

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