Sobre el mal uso del concepto "Bonapartismo"

Los compañeros de la Liga Internacional de los Trabajadores (LIT) vienen utilizando de manera inadecuada el concepto genérico de “bonapartismo” para calificar al gobierno presidido por Hugo Chávez en Venezuela y justificar su política de llamado al voto “No” en el referéndum del 2 de diciembre de 2007. Ese manejo incorrecto contradice tanto a León Trotsky como a Nahuel Moreno, supuestos maestros de la LIT.

“Bonapartismo” es una categoría política que heredamos de Carlos Marx cuando, en El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, describió un tipo de régimen burgués que por sus actos se ubica, en apariencia, por encima de todas las clases, dice actuar en nombre de todas ellas, pero que “no puede dar nada a una sin quitárselo a otra”. En una frase: “Es bajo el segundo Bonaparte cuando el Estado parece haber adquirido una completa autonomía”.

Y con mayor precisión agrega:

Bonaparte, como poder ejecutivo convertido en fuerza independiente, se cree llamado a garantizare el "orden burgués". Pero la fuerza de este orden burgués está en la clase media. Se cree, por tanto, representante de la clase media y promulga decretos en este sentido. Pero si algo es, es gracias a haber roto y romper de nuevo y diariamente la fuerza política de esta clase media...

“Esta misión contradictoria del hombre explica las contradicciones de su Gobierno, el confuso tantear aquí y allá, que procura tan pronto atraerse como humillar, unas veces a esta y otras veces a aquella clase, poniéndolas a todas por igual en contra suya, y cuya inseguridad práctica forma un contraste altamente cómico con el estilo imperioso y categórico de sus actos de gobierno, estilo imitado sumisamente del tío”.

De allí, el concepto ha venido a describir un tipo de régimen (burgués) dictatorial o “fuerte”, con un recorte más o menos amplio de las libertades democráticas. Bonapartismo ha venido a constituirse, en el lenguaje marxista, en un sinónimo de lo que, en lenguaje común, se llama dictadura. Dictadura que trabaja para la burguesía, sin que ella haga parte directa del gobierno.

Tomado de esta manera, es como lo han utilizado los trotskistas del ahora famoso pacto del Hotel Bauen, aplicándolo a Chávez. Por mera derivación lógica, tanto el gobierno venezolano, como su reforma constitucional, constituyen una dictadura (bonapartista) que se acentúa. Hay un pequeño paso, de ahí a la conclusión de que, el eje de la política de los compañeros, pase a ser el combate a las reformas constitucionales chavistas votando “No” en el referéndum.

En esa perspectiva, el régimen de Chávez es el enemigo número uno a combatir, y la oposición burguesa, liderada por Rosales, en todo caso es un enemigo secundario, y aliado “democrático burgués” circunstancial en el marco del referéndum.

Por arte de magia, el líder populista, y claramente antiimperialista, Hugo Chávez, llevado al poder y ratificado reiteradamente por su pueblo en diversos comicios electorales, pasa a ser una especie de “dictador”, y la corrupta oposición oligárquica y pro imperialista, es “democrática”. Por otro camino más sofisticado, y supuestamente marxista, se cae a las mismas caracterizaciones que el imperialismo y sus medios de comunicación.

Esta manera de proceder de los compañeros de la LIT es inaudita e imperdonable. Trotsky señaló que en los países semicoloniales (dependientes) el imperialismo producía una serie de deformaciones que conferían a los regímenes bonapartistas un carácter inusual (sui generis). Y que lo que daba el marco para la actuación revolucionaria en ellos, no era la dicotomía democracia/fascismo, sino la dicotomía imperialismo/nación oprimida.

Trotsky agregó que, en los países oprimidos por el imperialismo, se daban dos tipos de regímenes bonapartistas sui generis: uno reaccionario, que se apoya en el imperialismo para reprimir a las masas; y otro progresivo, que se apoya en el movimiento de masas para confrontar al imperialismo. Por supuesto, la existencia de uno u otro da el tono de la política de los revolucionarios, no pudiendo tomarse como iguales, ni traslaparse uno por el otro.

“...El régimen interno de los países coloniales y semicoloniales tiene un carácter predominantemente burgués. Pero la presión del imperialismo extranjero altera y distorsiona tanto la estructura económica y política de esos países que la burguesía nacional (aun en los países políticamente independientes de Sudamérica) no alcanza más que parcialmente el nivel de clase dominante. La presión del imperialismo en los países atrasados no cambia, es verdad, su carácter social básico, ya que opresor y oprimido no representan más que diferentes grados de desarrollo de una misma sociedad burguesa. Sin embargo, la diferencia entre Inglaterra y la India, Japón y China, los Estados Unidos y Méjico es tan grande que tenemos que diferenciar estrictamente entre países burgueses opresores y oprimidos, y consideramos que es nuestro deber apoyar a los segundos contra los primeros. La burguesía de los países coloniales y semicoloniales es una clase semioprimida, semidominante...” (pp 43-44).

...

“En los países industrialmente atrasados, el capital extranjero juega un rol decisivo. De aquí la debilidad relativa de la burguesía "nacional" respecto del proletariado "nacional". Esto da origen a condiciones especiales de poder estatal. El gobierno oscila entre el capital extranjero y el doméstico, entre la débil burguesía nacional y el proletariado relativamente poderoso. Esto confiere al gobierno un carácter bonapartista "sui generis", un carácter distintivo. Se eleva, por así decir, por encima de las clases. En realidad, puede gobernar ya convirtiéndose en instrumento del capital extranjero y aherrojándo al proletariado con las cadenas de una dictadura policial o bien maniobrando con el proletariado y hasta llegando a hacerle concesiones, obteniendo así la posibilidad de cierta independencia respecto de los capitalistas extranjeros. La política actual está en la segunda etapa; sus más grandes conquistas son las expropiaciones de los ferrocarriles y de las industrias petroleras.

Estas medidas permanecen enteramente dentro del dominio del capitalismo de Estado. Sin embargo, en un país semicolonial, el capitalismo de Estado se halla bajo la fuerte presión del capital extranjero privado y de sus gobiernos y no puede mantenerse sin el apoyo activo de los obreros. Por esto intenta, sin dejar que el poder real escape de sus manos, colocar sobre la organización obrera a una parte considerable de la responsabilidad por la marcha de la producción en las ramas nacionalizadas de la industria” (pp 61-62). (Trotski, León. Sobre la liberación nacional. Ed. Pluma. Bogotá. 1980)

Suponiendo que Chávez encarne un régimen bonapartista sui generis, los compañeros de la LIT tienen la obligación de responder a las preguntas: ¿A cuál de los dos tipos pertenece? ¿La diferencia marca una política distinta para cada uno? ¿Sí o no?

Yo digo sin ambages, de caracterizarse al régimen de Chávez como bonapartista sui generis (¡¡no olvidar el apellido!!), con toda claridad pertenece a la segunda categoría. Y, si así es, ¿tiene esto consecuencias políticas para los revolucionarios? Sí, y muy grandes. Veamos lo que Trotsky decía respecto al gobierno de Lázaro Cárdenas (un Chávez de los años 30) y su medida de nacionalización del petróleo, respondiendo a una campaña que lo hacía (a Trotsky) responsable por la medida:

“Para desacreditar la expropiación a los ojos de la opinión pública burguesa, se la presenta como una medida “comunista”. La ignorancia histórica se combina aquí con la mentira conciente. El Méjico semicolonial lucha por su independencia nacional política y económica. Tal es, en su estado “actual”, el contenido fundamental de la revolución mejicana... En estas condiciones, la expropiación es el único medio serio de salvaguardar la independencia nacional y las condiciones elementales de democracia.

...

El general Cárdenas pertenece a la serie de hombres de Estado de su país que han cumplido y cumplen la obra de Washington, de Jefferson, de Abraham Lincoln y del General Grant...

“...yo consideraría como un honor el tener aunque no fuera más que una parte de responsabilidad por la medida osada y progresiva del gobierno mejicano. Pero no tengo la menor razón para hacerlo. Fue en los diarios que leí por primera vez el decreto..”

“La expropiación del petróleo no es ni comunismo ni socialismo: es una medida profundamente progresiva de autodefensa nacional”.

Marx no consideraba en modo alguno comunista a Abraham Lincoln. Esto no impidió a Marx, sin embargo, manifestar su profunda simpatía por la lucha que Lincoln dirigía. La Primera Internacional envió al presidente de la guerra civil una nota de salutación y Lincoln, en su respuesta, aprecia calurosamente este sostén moral”

“El proletariado internacional no necesita identificar su programa con el del gobierno mejicano. Para nada sirve a los revolucionarios disfrazar, falsificar, ni mentir... Sin abandonar su propia fisonomía, toda organización obrera del mundo entero, y ante todo de Gran Bretaña, tiene la obligación de atacar implacablemente a los bandidos imperialistas, su diplomacia, su prensa y sus lacayos fascistas. La causa de Méjico,..., es la causa de toda la clase obrera del mundo”. (ibidem, pp 55-60).

Está claro, para Trotsky, el elemento central a tomar en cuenta para formular la política de los revolucionarios es en dónde se encuentran los intereses del imperialismo, su prensa y sus lacayos. Pregunto: ¿En el referéndum del 2 de diciembre en Venezuela, dónde estaban los intereses del imperialismo y sus lacayos? ¿Del lado del “Sí’ o del lado del “No”?

Los compañeros de la LIT, que han llamado al voto “No”, pasan por alto este elemento central del quehacer político en cualquier país semicolonial: el imperialismo y sus intereses (!!).

 

Se han metido a hacer un análisis acerca del contenido bonapartista de la reforma propuesta por Chávez, abstrayendo el problema principal: el imperialismo y su política para Venezuela. Con lo cual, pudiendo tener razón formal, en la práctica le han hecho el juego al imperialismo y la reacción venezolana.

Por supuesto, a partir de lo anterior, “manteniendo su propia fisonomía política” los revolucionarios no tienen que presentar como “comunista” aquello que no lo es, y pueden señalar las críticas o los emplazamientos que sean necesarios, a Cárdenas o a Chávez. Pero ubicándose con claridad del lado contrario al imperialismo y sus lacayosUna cosa es criticar la reforma desde el lado que está confrontado con el imperialismo, y que a todas luces encabeza el presidente Chávez, y otra muy distinta es hacerlo desde le bando pro imperialista.

Por si persistieran dudas, leemos otro artículo de Trotsky (citado en el mismo libro) titulado "Combatir al imperialismo para combatir al fascismo” (21/9/1938):

“Lo más importante y lo más difícil en política es, en mi opinión, por una parte definir las leyes generales que determinan la lucha de vida o muerte de todos los países del mundo moderno; por otra descubrir las especial combinación de esas leyes que se da en cada país. La humanidad moderna, sin excepciones, ..., vive bajo el yugo del imperialismo. No hay que olvidarlo ni por un instante. Pero esto no significa para nada que el imperialismo se manifiesta del mismo modo en todos los países. No. Algunos países son los que dirigen el imperialismo, otros sus víctimas. Esta es la principal línea divisoria entre los Estados y naciones modernos. El urgente problema del fascismo y la democracia debe encararse únicamente desde este punto de vista” (Pág. 67).

 

Y agrega:

 

“Para Méjico, por ejemplo, democracia significa el deseo de un país semicolonial de escapar a los lazos de la dependencia, de dar la tierra a los campesinos, de elevar el nivel cultural de los indios y demás. En otras palabras, los problemas democráticos de Méjico tienen un carácter progresivo y revolucionario

...

Los países coloniales y semicoloniales deben combatir en primer lugar al país imperialista que los oprime directamente, sin tener en cuenta si usa la máscara del fascismo o de la democracia (Ibid.).

La forma como los compañeros de la LIT, y otros como Altamira (PO), cargan las tintas contra Chávez, da la impresión de que lo catalogan como un bonapartista reaccionario y no progresivo (como Trotsky caracterizaba a Cárdenas), pasando por alto no sólo su clara política antiimperialista, sino también sus medidas sociales internas (por más limitadas que sean) y hasta su propia propaganda por el socialismo (así sea la versión reformista del “socialismo del siglo XXI”).

Caracterización completamente errónea y ciega a la realidad pero que, incluso, para el caso de un bonapartista reaccionario (fascista), que no es para nada el caso de Chávez, que se confronta con el imperialismo Trotsky señala una política completamente clara y distinta a la de la LIT:

“En Brasil existe hoy un régimen semifascista que ningún revolucionario puede ver sino con odio. Supongamos, sin embargo, que mañana Inglaterra entra en un conflicto militar con Brasil. Yo le pregunto, ¿de qué lado del conflicto estará la clase obrera? Le diré qué contestaría yo: en este caso yo estaré de parte del Brasil “fascista” contra la Inglaterra “democrática”. ¿Por qué? Porque el conflicto entre esos dos países no será una cuestión de democracia o fascismo. Si Inglaterra triunfara pondría otro fascista en Río de Janeiro y duplicaría las cadenas de Brasil... Bajo cualquier máscara hay que aprender a distinguir a los explotadores, esclavistas y ladrones!” (“La lucha antiimperialista es la clave de la liberación”, entrevista con Mateo Fossa).

En su alocada carrerra sectaria, los compañeros de la LIT, UIT y demás, han olvidado hasta su propio maestro Nahuel Moreno. Para no abrumar más con citas que podrían llenar un libro, hago la última:

“Trotsky no se cansó de señalar que todos los gobiernos burgueses no son iguales. Que hay que saber distinguir cuidadosamente los distintos tipos que existen y establecer si hay luchas entre bandos de la burguesía. Insistió en que, cuando hay síntomas de avance fascista se debe señalar a los trabajadores que la tarea más urgente es combatirlo a muerte, por todos los medios. Para ello, es necesario medir conscientemente si hay fuerzas suficientes para voltear al gobierno burgués de turno y tomar el poder, o si, en cambio, hay que unir a los trabajadores en luchas defensivas contra el fascismo”. (Moreno Nahuel. El partido y la revolución (“Morenazo”). Ediciones Antídoto. Buenos Aires. 1989).

Al margen de si existe la intención de un golpe de estado reaccionario, que el gobierno de Chávez ha denunciado, y que hay que discutir, y que podría venir disfrazado por la vía Constitucional (léase referéndum revocatorio): ¿Quién representa el sector burgués reaccionario y pro imperialista hoy en Venezuela, Chávez o Rosales? ¿O, compañeros de la LIT, da lo mismo uno que otro?

 En Panamá podemos hablar con propiedad de estas desviaciones sectarias que “olvidan” al imperialismo como piedra de toque para que los revolucionarios hagan política. Porque aquí fuimos víctimas directas de esos análisis sacados de contexto concreto y de la política sectaria y ultraizquierdista de la LIT.

Una de esos “errores” fue el ridículo del periódico del PST panameño, que en 1981 sostuvo que el general Omar Torrijos no pudo ser víctima de un atentado de la CIA porque, como era un gobernante “burgués”, trabajaba para el imperialismo y así para qué lo iban a querer matar. ¡Qué lógica de mierda, como diría Chávez!

Esta desviación condujo al PST panameño a otro error y crisis cuando, en 1987, el imperialismo y la burguesía “nacional” crearon la Cruzada Civilista en su enfrentamiento con el general Noriega. Recuerdo una agria discusión con un compañero de la dirección del PST que insistía en que debíamos presentarnos a una marcha de la Cruzada cuyo lema central era: “La empresa privada es libertad”.

El paroxismo del simplismo lógico del trotsquismo ultraizquierdista llegó cuando en la última revista de la LIT, un par de semanas antes de la invasión norteamericana a Panamá, en diciembre de 1989, se editorializaba que Estados Unidos nunca invadiría el país. Con vergüenza recuerdo que, para poder repartir la revista, en enero de 1990, tuvimos que arrancarle la página editorial.

Hasta el día de hoy no he visto nunca una autocrítica de esos mismos compañeros que ahora sostienen errores semejantes para Venezuela, en circunstancias que se parecen mucho a lo que ya vivimos en Panamá. Ojo, Chirino, aprende de la experiencia ajena. No hay peor secta que la que no quiere dejar de serlo.



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Olmedo Beluche


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