Los indignados de Wall Street

Es arrecho y complicado entender las deformaciones o cambios irregulares que hacen los gringos tanto del idioma inglés como de la geografía. Si no me creen, deben preguntárselo a Robinson Crusoe. Casi todo el mundo cree, no sé si esté equivocado, que New York es una ciudad porque así lo hacen ver los medios de comunicación, pero resulta que en el diccionario se señala como un estado de los Estados Unidos cuya capital es Albany que sería comparable, por ejemplo, como anunciar el puente Rafael Urdaneta o la Iglesia de la Chiquinquirá del Zulia (estado) sin nombrar para nada a Maracaibo, que es su la capital. Pero, bueno, entre gringos se entieden como nosotros entre castellanos nos entendemos. Pero, en verdad y con sinceridad: ¿cuántos en este mundo saben que Albany es la capital de New York? Los medios de comunicación hablan o escriben sobre los indignados de Wall Street y no de New York cuando lo correcto, así lo creo, debería ser “los indignados contra Wall Street”, porque, según los indignados, esa Bolsa Bursátil representa el régimen económico que les afecta sus condiciones de vida socioeconómico.

 Wall Street es una calle en el estado New York, ubicada al sur de Manhattan, pero es mucho más conocida como la Bolsa Bursátil de New York. Es célebre por aquel 24 de octubre de 1929 que, con la caída estrepitosa de las acciones, desencadenó una crisis económica sin antecedentes hasta ese momento. Actualmente, cobra celebridad porque en sus alrededores se concentran miles de personas identificando su movimiento de protesta como “Los indignados de Wall Street”.

 La cabecera del río de los indignados nace en España y salido su cauce de Europa ha creado un caño o ramal de sus aguas en Estados Unidos. Por nada del mundo, en este tiempo, el Estado estadounidense dejará que la Casa Blanca sea inundada por la crecida de las aguas, aunque mucha lluvia caiga sobre el coloso imperialista. La represión contra los indignados está planificada en una receta que precisamente no es del arte culinario, pero no ha llegado el momento de cocinarla a fuego intenso.

 Los indignados de Estados Unidos, es lo más seguro, no llegarán muy lejos por ahora. Pero si algo es de importancia destacar o subrayar es que en el propio corazón del imperialismo mesmo (diría don Quijote entre los aplausos y risa de Sancho) y más poderoso y belicoso en la Tierra, miles de miles de personas se están indignando como consecuencia de los estragos del capitalismo que afectan a la mayoría de la población. Desempleo, hambre, frustración, incertidumbre, prostitución, reducción de salarios, aumento de precios en las mercancías de primera necesidad, delincuencia, especulación, manejo inescrupuloso de las prestaciones sociales de los trabajadores,  represión, lágrimas, muertes y destino muy oscuro es lo que ofrece el capitalismo más avanzado a la aplastante mayoría de su sociedad. Razón le sobra a esa mayoría para indignarse o arrecharse.

 No es lo mismo indignarse en Haití que en Estados Unidos como tampoco arrecharse en Etiopía que en Francia; es decir, no es exactamente igual indignarse una buena parte de un pueblo en un país subdesarrollado que en uno desarrollado del capitalismo. Un elevado porcentaje de pueblo indignado en naciones subdesarrolladas lleva un alto porcentaje de convertirse (de manera espontánea o planificada) en un asalto al poder político cuando los de abajo no quieren que los sigan gobernando los de arriba y éstos no puedan continuar gobernando como antes (cuando no había masa de población indignada) mientras que en las desarrolladas los mecanismos del poder político siguen teniendo a las manos las garras para contener rebeliones populares por su capacidad de adormecimiento y de conformismo del proletariado, especialmente, industrial. Sería bendito para siempre si en uno, dos o tres de los países capitalistas más avanzados (conocidos como imperialistas) se produjeran rebeliones de indignados y echaran por la borda las cadenas que los oprimen por voluntad de la propiedad `privada de los medios de producción, de la explotación de clases, del egoísmo del capital, de los fetiches capitalistas y del Estado que se erige como suprema potestad de los poquísimos de arriba para mal gobernar a los muchísimos de abajo.

 No habrá caída del imperialismo estadounidense como consecuencia de las protestas de los indignados como tampoco sucederá en las naciones europeas en este momento de crisis profunda del capitalismo. Grecia es simplemente una cenicienta que no posee ninguna condición subjetiva apta para convertirse en una pequeña Rusia del siglo XXI. Ningún griego tiene los rasgos de Lenin ni de Trotsky como ningún partido político en Grecia posee calor de bolchevismo. En Europa huele más a falangismo, fascismo o nazismo que a revolución proletaria. Es muy extraño que la mafia traficante de la belleza femenina no hubiese hecho esfuerzos para que una griega fuese la Mis Universo de 2011. Sería una burla y hasta ridiculez que le hubieran otorgado el Premio Nobel de Economía a un griego cuando nadie ha aportado una fórmula para –siquiera- intentar superar en un 10% la grave crisis económica que vive esa legionaria y filosófica nación. Sócrates, seguramente de estar vivo, se hubiese vuelto a suicidar luego de ser conminado a renunciar a su lucha por mejorar las condiciones socioeconómicas de los filósofos griegos y a dejar de andar preguntando güevonadas en las ágoras griegas para averiguar cosas que sólo competen a las autoridades del Estado. Tampoco ni la lógica de Aristóteles ni los diálogos de Platón sirven al pueblo griego –como teoría- para orientarse en búsqueda de salida a la crisis. Es la hora de Marx, eso hay que no sólo entenderlo sino, igualmente, aceptarlo. El proletariado es quien debe tener la última palabra.

 El Presidente Obama cambia de color pero no aprieta el botón de la represión. Sabe que son millones de indignados y la fecha para la elección está muy cerca y ansía la reelección como el hambriento la comida y el sediento el agua. Los republicanos añoran que el Estado le ponga coto a los indignados mediante agresivos métodos de coerción para pescar seguro en río revuelto. El proletariado industrial continúa mirando los toros desde la barrera. Las semifinales del béisbol y la huelga del basquet tienen importancia capital para un elevado porcentaje de la sociedad estadounidense que disfruta más de un jonrón o una canasta que un pollo asado o, un churrasco. La coca cola continúa teniendo asegurado la religiosidad de su demanda.

 Los indignados dejarán algo importante de conciencia en la lucha de clases en Estados Unidos y más allá de sus fronteras. Los indignados ya son internacionalistas y el proletariado aún no comprende esa necesidad histórica como condición sine quo non para conquistar la emancipación social de todos los explotados y oprimidos en el reino capitalista en la Tierra. Los indignados marchan delante y el proletariado se encuentra aún lejos de la línea de fuego. Las crisis incrementarán el número de los indignados. Hace falta la vanguardia política que canalice organizadamente las inquietudes de los indignados. ¡Por ahora!, eso no será posible pero la Historia no se detiene, avanza y sus pasos no pueden ser medidos ni por los lentos de la tortuga ni por los zancadas veloces del jaguar.

¡Que vivan los indignados aunque no huelan a sudor o pólvora de revolución! La historia de este mundo es así y no depende de las oraciones de los indignados ni de los pueblos gritando sus buenas voluntades. La lucha de clases, lo dijo Marx y es así, es el motor de la historia y la revolución su locomotora. El partido político de vaguardia clasista es su chofer y el proletariaso su mecánico y electricista. Lo demás es cuento chino o de camino que no conduce a Roma.

Nota: cuando fue escrito el artículo no se le había dado inicio a la represión como tampoco se habían producido las gigantescas manifestaciones de los imdignados en muchas naciones del planeta protestando contra las tropelías del capitalismo.



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Freddy Yépez


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