La oposición se empeña en hacernos pensar que lo de Amuay fue cualquier cosa menos un accidente. Por alguna razón bien triste todas las fiestas de la oposición son macabras.
Ha heredado de sus jefes del Imperio la vocación por las operaciones de bandera falsa, es decir, aquellas en que se ejecutan violencias para achacarlas al enemigo, como el estallido del barco Maine en el Puerto de La Habana en 1898, que justificó la guerra con España para quedarse con Cuba, Puerto Rico y Filipinas; o el incidente del Golfo de Tonkín en 1964, que pretextó la Guerra del Vietnam. Algún día sabremos si lo de las Torres Gemelas fue una operación de bandera falsa, pero el uso que se le ha dado y muchos indicios inspiran más preguntas que respuestas. Lo mismo pasó con las bombas en el Metro de Madrid en 2004. Ver http://j.mp/fKXlhY.
Lo que no inspira dudas es la maniobra ejecutada en Libia y que terminó con el derrocamiento y asesinato de Muammar Gadafi y la destrucción de ese país. Operación de bandera falsa calcada ahora en Siria, para no hablar de la emboscada de Puente Llaguno en Caracas el 11 de abril de 2002. Venezuela es desde hace años un laboratorio en que el Imperio ensaya toda clase de experimentos diabólicos, como la desaparición forzada de personas, inaugurada con Alberto Lovera en 1965, el llamado ruleteo, perfeccionado luego con miles de víctimas en el Cono Sur y aquí mismo.
Podríamos multiplicar los ejemplos, hasta la Batalla de El Álamo en 1836, que sirvió para afirmar la anexión de Texas. Porque si no todo podemos atribuirlo a bandera falsa, el abuso que se hace posteriormente inspira las peores sospechas.
¿Es el caso de Amuay? La orgía de informaciones de ciertos medios de oposición, que no califico porque se descalifican solos, insinúa las peores suspicacias. No sería la primera vez. Y además Álvaro Uribe amenaza obsesiva y abiertamente. Ya perpetraron sabotajes petroleros durante el Paro Patronal de 2002-3, que no ha sido suspendido sino flexibilizado, lo que a la luz del fuego infernal de Amuay pudiera ser algo más que una ridiculez, en todo caso una ridiculez tétrica, como tantas de la oposición. Han puesto bombas en sedes diplomáticas, introducido una compañía de paramilitares colombianos en 2004, típica operación de bandera falsa: un ataque militar con uniformes del ejército venezolano. No olvidemos las guarimbas de 2004, especialidad de Henrique Capriles y su carnal Leopoldo López.
Dicen que en Roma los conspiradores negaban cualquier plan de asesinar al Emperador y que la única prueba que aceptaban era su cadáver. Hemos sentido demasiado el friíto de la puñalada en estos años para seguir cultivando candores. La encuestadora Hinterlaces y la Embajada Aquella han insinuado que solo un evento violento mayor podría torcer el rumbo de la debacle electoral de la oposición el 7 de octubre. Estamos esperando que caiga la segunda bota, como en el chiste. Ya capturaron a un latino de nacionalidad estadounidense que trataba de entrar ilegalmente en Venezuela desde Colombia. No es raro. Raro sería que no pasaran esas cosas considerando la cuantía de lo que está en juego para un capitalismo mundial desesperado.
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