Gramsci metió a Micheletti y a los medios en honduras

1. Introducción

Generalmente cuando los entendidos hablan de Gramsci esgrimen argumentos, citas, enunciados, teorías, etc., que la mayoría de los lectores no logran entender o no tienen a la mano elementos para la consulta. Gramsci se preocupó mucho por hacer comprensibles sus textos y la mayoría de ellos los escribió sin auxilio de bibliotecas, ni ficheros y en ambientes no muy propicios que digamos. Por eso, pongo a disposición de mis lectores la revista electrónica "Gramscimanía" donde podrán encontrar, buscando sin mayores esfuerzos, la respuesta a muchas de sus interrogantes. Como lo dice la presentación de la revista, Gramsci es tomado como ejemplo de intelectual orgánico comprometido con la causa por la cual luchaba; pero también trata sobre marxismo, autores y corrientes diversas del pensamiento crítico, sobre arte, literatura, música, historia y cultura general, componentes que van conformando los cimientos que sustentan al Socialismo del Siglo XXI.

2. El poder y el consenso

El golpe de estado que se ha producido en Honduras dejará hondas, pero de verdad muy hondas lecciones para todos los actores políticos del continente, sean de derecha de izquierda o de todas las graduaciones que sea posible imaginar. Dura lección también para el Imperio, que deberá tener mucho más cuidado a la hora de dar un zarpazo. Dura lección para cierta izquierda que todavía pretende tomar por asalto el cielo, sin pasar por el purgatorio.

En lo que a los sectores democráticos y progresistas de nuestro continente se refiere, hemos discutido y debatido lo atinente a la crisis del estado y la forma adecuada de tomar el poder. No hemos sido ajenos a las ideas extra-continentales, y por eso en nuestro entorno causó cierta simpatía cuando en Italia se comenzó a ensayar con el “eurocomunismo”, supuestamente afincándose en las tesis de Gramsci, según las cuales en el llamado “occidente” no era posible la toma del poder siguiendo el ejemplo leninista-soviético. En España y Francia el “eurocomunismo” fue aprovechado para tratar de revivir los fracasados frentes populares de los años treinta, que tuvieron una réplica casi inmediata en Chile, que hicieron posible el triunfo electoral de Pedro Aguirre Cerda, que lo convirtió en presidente de ese país. El Frente Popular surgió en Chile de los factores que en aquel momento adversaban al gobierno de Arturo Alessandri. Era una coalición heterogénea integrada por socialistas, comunistas, otros sectores democráticos, y con el valioso aporte unitario de la Confederación de Trabajadores de Chile, y con la adhesión final del partido radical.

De esta cantera de ideas y acciones viene Salvador Allende, quien fue ministro de salubridad del gobierno de Aguirre Cerda. Allende estuvo convencido, hasta el último hálito de su vida, que las vías democráticas eran las únicas posibles para la construcción del socialismo, y sus palabras finales fueron mucho más que un mensaje poético, sino eminentemente político: "Mucho más temprano que tarde se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor”.

En Venezuela ensayamos con una insurrección militar que traducía profundas aspiraciones populares, que tenían cercenada la participación protagónica en la vida política del país. El fracaso militar se transformó en un huracán político que hizo posible un gran consenso popular para ganar las elecciones de 1998, a partir de las cuales se comenzó a gestar un nuevo Bloque Histórico, cuyo andamiaje está expuesto a la vista del público.

Ante la inminencia de una crisis, Gramsci escribía: “El ejercicio normal de la hegemonía en el terreno controvertido clásico del régimen parlamentario […] se caracteriza por una combinación de fuerza y consenso, que se equilibran de diferentes maneras, sin que la fuerza predomine demasiado sobre el consenso, y tratando de la que fuerza parezca apoyada en la aprobación de la mayoría, expresada mediante los llamados órganos de la opinión publica […] en el periodo de la posguerra, el aparato hegemónico se quiebra y el ejercicio de la hegemonía de vuelve permanentemente aleatorio”.

Es indiscutible que, para alcanzar la hegemonía tiene que ser precedida de un amplio consenso, que sólo se logra cuando las mayorías, cualesquiera que estas sean, están convencidas de los fines que persiguen, así no sean los propios. No es de extrañar que en épocas críticas, las oligarquías se atrincheren en la defensa de sus intereses económicos obviando por superfluos, aquellos que tratan de hacernos creer que les importa, como son la defensa de la democracia, los derechos humanos y la libertad de expresión, que en su etapa inicial es el leitmotiv de su existencia. Debemos tener muy en cuenta que las escenas políticas siempre están plenas, que todo cuenta y todo sirve, que no hay espacios huecos, vacíos. Cuando la derecha oligárquica en plena crisis abandona su tema central de batalla, éste debe ser retomado con bríos indomables por los sectores populares. Ese es parte del legado de Gramsci que no hay que olvidar.

Cuando nos abstenemos, cuando nos mimetizamos, cuando no queremos asumir el rol que nos corresponde, entonces la derecha se aprovecha de ese vacío que se produce y toma los espacios para sí. Cuando la izquierda quiere parecerse a la derecha termina en fracasos, como sucedió en las últimas elecciones europeas. Ante una dudosa copia que desencanta y engaña, se produce un vacío que lo toma la derecha porque el pueblo se abstiene de participar, permitiéndole a la derecha que arrase, no sólo con la izquierda, sino con la tibia social democracia. El Partido Comunista Italiano está a punto del k.o. y al borde de un abismo que los conduciría a la conversión en polvo cósmico; mientras los amoríos con colegialas, fiestas con putas y escándalos empresariales  le suman simpatías y una imagen positiva a Silvio Berlusconi. El Partido Socialista Obrero Español (PSOE), pese a ser apoyado por artistas e intelectuales, entre los que se destacan Joaquín Sabina, Joan Manuel Serrat y Pedro Almodóvar, se inclina ante la derecha conducida por Rajoy y los más perversos herederos del franquismo. En Inglaterra, el Partido Laborista, ante la inminente eventualidad de elecciones anticipadas, será derrotado por el partido conservador. Sarkozi y Carla Bruni la parejita mas cuchi de los últimos años en Francia tiene éxitos electorales a pesar del “Si tu reviens j'annule tout”. Los militares secuestran y expulsan del país al presidente de Honduras. En Argentina, los Kirchner sufren un serio descalabro, sin disimular el menosprecio que sienten por la izquierda.

En un trabajo que publiqué hace dos años, titulado Antonio Gramsci y la Teoría del Consenso: Problemas de interpretación expuse que Gramsci no estaba de acuerdo con Marx ni con los marxistas que consideraban que la lucha de clases, se reduciría prácticamente a un choque de trenes entre los capitalistas y los trabajadores, de allí que pensase en que la toma violenta del poder era una estrategia no solo equivocada, sino peligrosa e incontrolable. Gramsci creía que la lucha de clases requería además de la cooperación de otras fuerzas sociales, pero contando siempre con la hegemonía del proletariado, que no de su dictadura. La teoría de la hegemonía es una teoría al servicio de una estrategia revolucionaria, mediante la cual es posible organizar el consenso entre las clases oprimidas. Gramsci estaba consciente que, además de utilizar la fuerza del aparato del Estado y de la coerción, la clase capitalista también usa la fuerza política e ideológica del consenso. Para hacer la revolución no sólo basta con tomar el poder por asalto, sino que se hace imprescindible un trabajo de convencimiento, para acabar con las contradicciones ideológicas que el pueblo tiene dentro del sistema capitalista.

Por su parte, Néstor Kohan en su trabajo Gramsci y Marx: Hegemonía y poder en la teoría marxista, expresa: “Al concebirlo de este modo, no sólo como aparato, máquina de guerra o Estado-fuerza sino también como productor de consenso, el Estado representativo moderno se transforma en un ámbito de negociaciones -"junta de negocios"- y compromisos políticos entre diferentes fracciones de clase (burguesas). La doctrina del [Estado-fuerza = aparato = máquina de guerra] tiene la ventaja de que pone en primer plano y por lo tanto destaca la violencia inmanente que conlleva el capitalismo como sociedad, pero lamentablemente no da cuenta de ese plus que le permite a la burguesía construir su hegemonía: el consenso, el fetiche de la república parlamentaria con su dominación general, anónima y universal que tanto se esforzó Marx por desmitificar en sus análisis empíricos de 1848-1852. Una desmitificación que sigue siendo una tarea pendiente en la actualidad, cuando se han desdibujado en el horizonte presente las propuestas radicales que históricamente aspiraban a la superación de la república burguesa parlamentaria intentando reemplazarla por nuevas formas políticas más democráticas que aquella”.

3. Consenso y medios de comunicación

El consenso social y político adviene a través del convencimiento de que la conducta que asumimos es la correcta. Ese convencimiento es posible, en la mayoría de los casos a través de la imposición de la ideología de la clase dominante. Antes de que Marshall McLuhan designase al mundo como una “aldea global” ante la evidente supremacía hegemónica de los medios de comunicación entremezclados con la conciencia humana a través de medios electrónicos, ya se percibía la “declinación forzada” de las iglesias cristianas en el papel de adormidera de las conciencias.

El consenso, es una estrategia, un modo, un camino, no un fin. Gramsci nunca argumentó que la insurrección armada (guerra de maniobra) no fuera necesaria, sino que ante el advenimiento de una crisis orgánica e inclusive económica, la misma se haría inevitable. Pensaba que el papel del partido revolucionario debía tener como norte un compromiso permanente con las luchas de las clases oprimidas, con el oído puesto en la tierra, para pulsar los sentimientos de su pueblo y poder obrar a tono con esa realidad. Si la crisis hondureña desemboca en una insurrección armada, con incalculables costos de vidas humanas, sería una consecuencia, el efecto de una causa y no lo contrario.

La crisis hondureña como consecuencia del golpe de estado es una crisis metonímica en el sentido estricto de la palabra, al persistir los medios de comunicación sometidos al Imperio en designar algo con el nombre de otra cosa tomando el efecto por la causa o viceversa, el autor por sus obras, el signo por la cosa significada, con el empleo de las palabras en sentido distinto del que propiamente les corresponde. Si la metáfora es una sustitución por semejanza, la metonimia es una sustitución por afinidad o proximidad. Pero, como todas las figuras retóricas, la metonimia es también una forma de interpretar la realidad y, en última instancia, un intento de controlarla a través de los símbolos. Por eso, la metonimia es uno de los recursos básicos de los sueños, de la poesía, de las perversiones, de la religión, de las ideologías.

No hay nada más legítimo que consultar al pueblo, directamente y sin intermediarios. Sin embargo, los gorilas hondureños toman la iniciativa presidencial como un “atentado a la constitución”; el secuestro del presidente es una “sustitución forzada”; la expulsión del presidente de su país, es una “fuga”, y como fugitivo sería apresado al regresar a su país; la inasistencia de los altos funcionarios secuestrados, apresados y/o perseguidos han incurrido en “abandono de sus funciones”; cuando los militares sacan del aire a ciertos medios radioeléctricos y televisivos se debe a “actos de sabotaje de los partidarios de Zelaya”; el estado de sitio que vive Honduras ha sido causado por “perturbación grave de la paz”, que ellos causaron por la ruptura violenta del hilo constitucional con el golpe de Estado.

El diario “Tiempo” que se edita en San Pedro Sula, para mi sorpresa trae algunos elementos en su editorial, que reproduzco: “El decreto ejecutivo Nº 011-2009 puesto en vigencia por el régimen suspende los siguientes derechos individuales: la libertad personal; la detención e incomunicación solamente por un máximo de 24 horas y la detención judicial para inquirir sin exceder los seis días; la libertad de asociación y de reunión; y el derecho de circular libremente, salir, entrar y permanecer en el territorio nacional […] comprende todo el país, aunque aparentemente  solamente rige en la noche, desde las 21:00 horas, hasta las 6:00 horas de la mañana […] Los gobiernos, por lo general, hacen todo lo posible para evitar la aplicación de los estados de excepción, puesto que significa la existencia en el país de un desorden público que la autoridad constituida —o impuesta— no se siente en capacidad de controlar con medidas legales comunes, y, por lo mismo, tiene que recurrir a la negación de las garantías constitucionales. Esto es, por lo que se puede apreciar, lo que está sucediendo debido a las manifestaciones de rechazo popular al rompimiento del orden constitucional, que son objeto de dura represión y cuyo escalamiento parece incontenible, aun cuando esto no trascienda al conocimiento público en su verdadera dimensión por manipulaciones en el sistema de comunicación social del país.”

Lo más curioso viene explicado en el mencionado editorial, y es el relativo a la libertad de expresión: “… en el decreto de estado de sitio la libertad de expresión no ha sido consignada, sin duda porque se considera innecesario hacerlo.   La  libertad de expresión está siendo violada en diversas formas, utilizando métodos de boicot, de persecución y de amedrentamiento, lo cual es objeto de fuertes denuncias ante los organismos internacionales de defensa de los derechos humanos, no así en lo que corresponde al comisionado nacional de derechos humanos, por razones conocidas por todos y que no vale la pena explicar”.

4. El látigo de la contrarrevolución

Muchas veces la ambición desmesurada de las clases dominantes desborda el escenario donde actúan y como razón natural y lógica provocan reacciones inesperadas. Lo que parecía celebración de una consulta sin consecuencias legales, o sea “no vinculante”, que no obligaba a nadie, sino que era un simple instrumento, una medición de lo que pensaba el pueblo de Honduras, se transformó en un suceso de suma trascendencia para la historia de nuestros pueblos. Algún día habrá que agradecer al gorilaje hondureño haber despertado tantas conciencias, y, porque lejos de acabar con la democracia, la han robustecido y han contribuido a abrir esperanzas de cambios que serán indetenibles.

En Honduras habría que esperar que “maduraran” las condiciones objetivas para el cambio del capitalismo al socialismo, gracias a los acontecimientos de la contrarrevolución y de la antidemocracia, las cosas han cambiado. Por eso es tan importante Gramsci, para entender la situación de Honduras, porque a partir de la teoría del consenso, elaborada como doctrina subjetiva para la revolución, las condiciones y posibilidades de la transición de un sistema a otro deben aflorar dentro de la situación específica de cada país, algo que se facilita con el establecimiento de una hegemonía sobre la sociedad civil, como preparación para la conquista del poder. Es en la sociedad civil y sólo en ella, donde se halla el mecanismo para conquistar el poder. Por eso es que son tan importantes los intelectuales orgánicos, para sirvan de sustento al partido que ha de aprovechar la “maduración” para armar los cambios revolucionarios. Gramsci retoma aquí lo que Lenin había elaborado sobre la teoría de la hegemonía.

No somos adivinos. No sabemos qué ocurrirá en Honduras, pero de algo estoy seguro, y no es tampoco ninguna novedad: Ya nada será igual que antes 

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Omar Montilla


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