El domingo 4 de mayo fue una verdadera prueba de fuerzas entre el pueblo boliviano de conjunto y la oligarquía de Santa Cruz de la Sierra. Los días previos la tensión fue creciendo. La provocación de la oligarquía y el imperialismo, con la organización de un referéndum ilegal y reaccionario, que busca imponer sus exigencias al gobierno nacional al amenazar con la separación de uno de los departamentos con más recursos de todo el país, fracasó. El sector separatista no logró que fueran a las urnas más 60% de los inscriptos para votar, mientras que un 14% voto no y un 2% voto nulo, lo que hace un 56.3% del total haya rechazado la propuesta autonómica. Sin embargo, la derecha ha recibido desde el punto de vista político una derrota mucho más contundente de la que recibió en las urnas.
La base material de esa derrota oligárquica fueron: la movilización popular, la acción de calle de las poblaciones más humildes de la propia Santa Cruz. Estas acciones fueron respondidas con represión y enfrentamiento por la oligarquía fascista, provocando un muerto entre los manifestantes que rechazaban el referéndum.
Cientos de miles se movilizaron en todo el país, destacándose entre esas movilizaciones el enorme Cabildo Abierto en Cochabamba. También fueron multitudinarias las movilizaciones en El Alto y en La Paz. Esta movilización popular impidió el gran festejo de los fascistas que responden a las órdenes del imperialismo yanqui.
Se ha producido, independientemente que presenten unos resultados de las urnas favorables, una nueva frustración para las ambiciones de la oligarquía y el imperialismo. Las últimas medidas del presidente Evo Morales, como la nacionalización de ENTEL, por ejemplo, ayudaron a esa movilización. Porque mostraron que a pesar de ser parciales van en la dirección que el pueblo quiere.
Pero este triunfo no debe hacernos confundir. La derecha no está aplastada, no ha cambiado sus planes, no renuncia a su objetivo central de apoderarse de los enormes recursos naturales de gas, petróleo y la tierra. Recursos que pertenecen a todo el pueblo boliviano. Tampoco renuncia a dar la pelea para destituir al aymará que está en la casa de gobierno, por el simple hecho de que no renuncia a sus antepasados y porque ha tenido la audacia de reconocer en la nueva constitución, la existencia de los derechos de 36 nacionalidades de lo pueblos aborígenes. Por qué rechazan esto, por qué pretenden un régimen racista que reduzca prácticamente a la esclavitud a los trabajadores y el pueblo de Bolivia.
En ese sentido no hay nada que negociar con estas elites oligárquicas. Porque cualquier negociación, siempre significa concesiones y se les estaría reconociendo un apoyo con el que no cuentan. Las declaraciones de Evo Morales, de tono moderado y conciliador, alientan este camino de la negociación que a nuestro entender es profundamente equivocada. Esa oligarquía ha llevado al país al borde de un enfrentamiento violento de proporciones continentales. Ninguna concesión se les puede hacer, se trata de imponerles las necesidades del pueblo boliviano. Sería un despropósito terrible que consiguieran en una mesa de negociación, lo que acaban de perder en el propio terreno que ellos eligieron, el del referéndum ilegal.
Pero, manteniendo la movilización, el pueblo boliviano debe reclamar de su gobierno y en especial del presidente, Evo Morales, que no negocie con estos provocadores pro imperialista. Y hay que exigir y proponer que avance con medidas que les quiten el poder económico y de control social que conservan y quieren fortalecer. En primer lugar la realización de una profunda reforma agraria que empareje a Santa Cruz con el resto del país es una medida imprescindible. También es necesario nacionalizar las empresas que ellos poseen, sus cuentas bancarias en el exterior, sus privilegios impositivos, sus bancos y sus empresas. La cancelación de las concesiones o autorizaciones para funcionar a los medios de comunicación golpistas y separatistas es otra medida fundamental para que no tengan el poder de mentirle más al movimiento de masas boliviano ya la opinión pública internacional. Y por último, aunque está oligarquía cambie ahora y busque la negociación no hay que descartar, bajo ningún concepto, que hayan renunciado a la violencia golpista y asesina. Es una obligación del gobierno de Morales, implantar un ajustado control popular sobre las fuerzas armadas, dar de baja a las cúpulas sospechadas de convivencia con los separatistas, mientras que al mismo tiempo se le provee de armas a las organizaciones populares y se proceda a un entrenamiento intensivo del pueblo en armas.
Si no se aprovecha este triunfo político del pueblo boliviano no se derrotará definitivamente los movimientos separatistas, se fortalecerá a la oligarquía que intentará por otros medios alcanzar sus objetivos. Es necesario mantener al pueblo en las calles, movilizado y alerta para enfrentar de manera contundente cualquier nueva provocación y para asegurar que se tomen las medidas necesarias para debilitar estratégicamente a la oligarquía fascista y a las pretensiones imperialistas. También es necesario mantener la lucha solidaria internacional. Los pueblos de Bolivia ganaron un primer capitulo de esta lucha, ahora hay que ir por triunfo total.