La reforma constitucional propuesta por el Presidente es una vía para la mutación de la nación en una comunidad política incorporadora yequitativa, dentro del proyecto humanista del socialismo. Rompe con la ideología nacionalista, aplicada al logro de la unidad mecánica de las formaciones sociales históricas propias de la modernidad capitalista, para intentar fundar la comunidad basada en la coexistencia. Una situación en la cual los individuos voluntariamente, y reconociendo sus semejanzas, se forman por múltiples motivos en cuerpos sociales identificables para utilizar un espacio, la Patria, para su realización personal y colectiva. Se plasma así el patriotismo republicano, que une a un pueblo como reunión voluntaria de individuos con un territorio mediante un contrato social. Es una visión cosmopolita, pues acepta en la asociación gente de cualquier origen, e incluso otros pueblos con sus espacios para tender a hacer del planeta la patria común de la humanidad. Se sustituye así la idea de la unidad, únicamente posible en la maquina, por la de comunidad, derivada de la comunicación facilitadora, para que todos participen recíprocamente de sus modos de ser, que de esa manera adquieren nuevos e imprevistos significados.
En esta propuesta, un debe ser, el individuo y las comunidades no son por sí, se hacen.
De manera que crear, mantener y profundizar la comunidad política es una construcción. Ella no viene dada por el acuerdo social que responde a un momento histórico dado.
Hay que hacerla continuamente, lo cual demanda la adaptación perenne de ese pacto a las circunstancias de cada momento; y para ello es vital el poder popular, que no puede ser retórico, como ha sido hasta ahora, invocable sólo en casos de crisis. Debe definirse como lo prevé el proyecto de reforma; y así su institución como poder constituyente permanente es el objetivo necesario y suficiente para cambiar la naturaleza de la sociedad venezolana, y la programación de su instauración, marca la senda crítica y los métodos para su realización. Pero se requiere de un instrumento organizacional para su culminación. Y esa herramienta es el Partido Socialista Unido en proceso de gestación.
No es esta organización política la resurrección de los partidos de la modernidad. Se trata de la creación de una comunidad en la cual coexistirán los ciudadanos que desean hacerse libres, con capacidad de autorealizarse, y con ello, de ayudar a la de sus semejantes.
Hoy el Psuv es sólo una red de comunicaciones que está permitiendo la integración comunitaria de quienes comparten la idea del cambio. Pero incluso así, es un medio eficaz para impulsar la formación de ese poder popular cuyo logro está lleno de racionalidad. Empero, aún con ella, hay una resistencia conservadora no sólo de quienes por sus intereses históricos están afectados por la propuesta, sino de los que, formando parte de la burocracia, ven como amenaza a sus privilegios la emergencia del nuevo actor político. Ya lo mostraron en el proceso de captación de militantes, y ahora lo exhiben con el deseo de constituirse en cúpula, según los usos de los viejos partidos, "para dirigir y coordinar la masa popular" en un ejercicio de demagogia. No desean la comunidad, aspiran a la unidad mecánica para restablecer la idea de nación que acalle la noción de pueblo, silenciada por el capitalismo excluyente. Una circunstancia donde la palabra pueblo era equivalente a plebe. Ese es el esfuerzo que hacen algunas piezas de la Asamblea Nacional para constituir una dirección política y postergar la dinámica del Psuv, que no se fundamenta en la representatividad sino en la noción de vocería.
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