Es común en la cultura china desearle a un congénere “ojalá te toque vivir tiempos interesantes”. Aquí en Venezuela nos está tocando vivir algunos tiempos no solo interesantes sino maravillosamente debeladores del derrumbe de paradigmas que hasta hace poco tiempo pensábamos inamovibles. Han sido episodios a veces aislados y a veces pertenecientes a un espacio tiemposociocultural concatenado con una eclosión social enmarcada en lo que llamamos Revolución Bolivariana. Esta vez el símbolo no ha podido ser más literal: una cortina que se cierra intentando invisibilizar una protesta popular mientras una periodista, de espalda, entrevista a una distante gobernadora.
Esto acaba de suceder nada más y nada menos que en el principal canal del Sistema Nacional de Medios Públicos. Un día después por el mismo canal se le da media hora al colectivo indígena cuyos voceros osaron asomar unas pancartas en el encuadre de la cámara. Han llovido los comentarios y las opiniones después de este lamentable episodio. Algunos han intentado personalizar el problema como si fuera solo una reacción aislada de la periodista. No lo creemos así. Lo que hemos presenciado es la muerte del periodismo institucional asalariado, el final de una concepción vetusta de la comunicación. Y es gracias a nuestro proceso revolucionario que la dinámica social que vivimos ha permitido visualizar este símbolo preciso y perfecto que nos exige forzar el nacimiento de un sistema comunicacional diferente, que esté realmente en manos de la sociedad venezolana y no en manos del Estado ni en manos privadas.
El periodismo institucional asalariado es la herencia patética del sistema capitalista, y no dudamos del compromiso político personal de la periodista que protagoniza este ejemplo, lo que sucede es que ella está inmersa en un sistema que ha dado señales inequívocas de estar estirando la pata.
SIN COTOS CERRADOS
La línea editorial es decidida en cenáculos cerrados y favorece al dueño del medio (o al que lo maneja) esto funciona igual en el privado y en el estatal. Lo que deberíamos visualizar es un sistema nacional de medios en manos de la sociedad, donde por el consenso de amplios grupos sociales orgánicos a nuestra dinámica contemporánea, se decidan las líneas editoriales y que no reine en éste el interés del medio ni del gremio periodístico, sino el interés supremo del pueblo venezolano.
Este periodismo vetusto está apuntalado por una concepción gremialista a la más pura usanza adeca, por una formación empaquetada que prepara al estudiante para ser un asalariado, y por una tradición que llegó a acuñar esta verdad “El periodista tiene un mar de conocimiento, pero con un dedo de profundidad”.
Hemos presenciado el cortinazo de la desvergüenza, hemos visto la costura de un sistema de medios que no está a la altura de la dinámica revolucionaria que exige a gritos nuestro pueblo. Nos toca imaginar y practicar otra comunicación y para esto es necesario subvertir los órdenes existentes con las cartas sobre la mesa, sin cotos cerrados.
(Colectivo La Mancha)
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