Hacia la Revolución de los Contrapoderes: vía regia en dirección al Estado Post-Capitalista, Democrático, Intercultural y Ecohumanista

Los movimientos populares progresistas -para convenir en una denominación compartida- hemos avanzado de manera muy significativa en la elaboración de utopías concretas que caracterizarían y reflejarían uno de nuestros lemas favoritos en una versión algo modificada: OTROS MUNDOS, MEJORES QUE EL ACTUAL, SON POSIBLES, abriendo así las compuertas a un mayor pluralismo y sociodiversidad intercultural. Sé que aún nos falta mucho, hay que buscar más y mejor consenso, es necesario refinar múltiples afirmaciones, comprobar hipótesis, fortalecer teorías, entre otros retos; pero lo ya logrado es altamente valioso y estimable.

Querría ahora ocuparme brevemente de otro aspecto de la misma temática, que luce mucho menos atendido pese a su importancia crucial. Me refiero al tránsito estratégico de las muy numerosas, dolorosas y complejas situaciones actuales –pongamos por caso la venezolana- a una o distintas utopías en proceso de elaboración, en tiempo relativamente corto y sin causar traumas graves e irreversibles. La lucha armada –la violencia en general- seguramente no es el camino, por multitud de razones que como pacifistas –jamás pacatos- sustentamos; no es oportuno ni siquiera tratar de resumirlas en este breve espacio. En todo caso, la confrontación bélica es un sacrificio humano colectivo que fácilmente adquiere dimensiones genocidas y ecocidas, dada la existencia y uso de armamentos de destrucción masiva, durante un tiempo imprevisible.

La vía de las protestas populares y otras formas de resistencia pacífica es obviamente necesaria, inevitable; pero puede tardar mucho tiempo en fructificar y traer resultados, además de la índole altamente represiva de numerosos gobiernos, entre ellos el venezolano. Casi nadie parece estar en desacuerdo con el aserto elemental de que cualquier cambio político debe ocurrir a través de los votos, pero en Venezuela nos toca precisamente vivir un momento histórico en que se nos ha hecho demasiado difícil, por no decir imposible, acceder a unos comicios medianamente confiables en cuanto a sus posibles desenlaces. Tampoco disponemos de tiempo suficiente para esperar que los cambios sobrevengan "motu proprio", solo por lo perecedero de las cosas humanas.

En vez de entregarme a una especulación sin fin, intentaré contribuir mediante una propuesta concreta y aparentemente sencilla, pero de consecuencias que no vacilo en caracterizar como sustantivas. Pero antes necesito ofrecer una brevísima introducción para hacer inteligible el planteamiento. Cuando hace un par de años surgieron, en partes como España y Estados Unidos, los movimientos de protesta de los llamados "indignados", se destacó en ellos la acertada consigna de que –palabras más, palabras menos- alrededor del cinco por ciento de la población inclusive mundial pretendía domeñar y de hecho dominaban al otro noventa y cinco por ciento a través de los poderes bien o mal constituidos: el político, el económico, el militar, el mediático, junto a un número limitado de élites y mafias inexpugnables.

Esto es lo que ocurre a grandes rasgos. El cinco por ciento bien podría ser diez por ciento o siete o tres; pero lo que me interesa precisar, sin asomo de duda, es que se trata en cualquier caso de una minoría muy pequeña. Pues bien, nuestra respuesta tajante es la necesidad de empoderar al otro noventa y cinco por ciento; confiriéndoles una suerte de "contrapoder", con el fin de ir restableciendo un equilibrio dinámico en perpetuo movimiento y tensión permanente. Apostamos a una dialéctica de largo plazo que permita y garantice una gobernabilidad conducente al buen vivir, en el sentido que le dan los pueblos andinos kechua-hablantes al término "sumaq kawsay" y los wayuu lo traducen por "anaa akua´ipa", que significa la "buena manera de hacer las cosas".

La tarea resulta difícil, mas definitivamente no imposible. Hablando de Venezuela, hay infinidad de organizaciones populares y ciudadanas de base en todo el país, especialmente a raíz del advenimiento de la presidencia de Hugo Chávez. Están los movimientos femeninos, estudiantiles, juveniles, cooperativos, comunales, vecinales, deportivos, religiosos, gremiales, sindicales, regionales, ambientales, indígenas, afrodescendientes y otros muchos que buscan sus objetivos y propias reivindicaciones, pero en buena medida comparten y coinciden en sus planteamientos y exigencias más importantes. Por el momento actúan separadamente y dándose la espalda unos a otros hasta ignorantes de su mutua existencia; pero nada impide que una instancia más abarcante y dotada de un potencial liderazgo no impositivo ni impuesto las convoque, para explotar las posibilidades de actuar unidos en ámbitos muy diversos, sin renunciar a sus particularidades.

A ellos se sumarian ciudadanos/as individuales y asociados en colectivos a lo largo y ancho del país, incluyendo a los trabajadores de la Administración Pública y otros entes gubernamentales, que tampoco forman parte de las cúpulas dominantes. Se produciría así un acercamiento recíproco de actores plenamente horizontal y democrático, sin vínculos obligantes ni dependencias verticales. Ellos actuarían movidos y movilizados primordialmente por el impulso e interés de accionar juntos. Así mismo buscarían un consenso cada vez más amplio en todo aquello que los une y –bajo el influjo de un liderazgo no necesariamente carismático, pero de probada condición democrática- apartarían o minimizarían en lo posible todo lo que los separa. Un buen uso de las redes sociales podría acelerar grandemente una aproximación multisectorial de esta naturaleza.

Llegados a este punto, tengo el legítimo orgullo de precisar que quienes así pensamos –al menos muchos de nosotros- no estamos manifestando tan solo buenos deseos y aspiraciones de corte futurista. Por el contrario, nos asiste una amplia y riquísima experiencia de haber hecho o haber contribuido a tales convocatorias multilaterales, que desembocan en primer término en intercambios de vivencias portentosamente variadas. A partir de allí surgen indefectiblemente iniciativas de toda índole que no tienen por qué restringirse a formular diagnósticos y pronósticos; en multitud de casos hemos propiciado recomendaciones que luego se convirtieron en soluciones autogestionadas o cogestionadas con distintas entidades, además de acompañadas por la solidaridad activa de otros colectivos.

Aquí nos corresponde aclarar que el contrapoder –aún siendo por definición plenamente independiente y autónomo- no es necesariamente incompatible, aunque siempre crítico con los poderes constituidos, gubernamentales o de otra índole. De allí se desprende que pueden realizar programas conjuntos con sectores gubernamentales por ejemplo de salud pública, educación intercultural o recuperación de tierras indígenas, para mencionar algunos que en más de una ocasión han sido exitosos: Lo que sí es importantísimo es que la organización -especialmente cuando sea de nivel superior- que tomó la primera iniciativa interactúe de manera democrática y siempre dialogante y muy proactiva con los individuos y colectivos que conforman la red constitutiva de un contrapoder decidido a intervenir creativamente en la gestión óptima de una situación determinada.

El campo de acción de un contrapoder no obedece a limitaciones o restricciones de origen apriorístico. Le asiste todo el derecho de criticar, denunciar, proponer y actuar, incluso protestar dentro de límites constitucionales y éticos. Nadie le puede decir o prescribir "haz esto o no hagas aquello". En algún momento el contrapoder podrá incluso desplazar al poder constituido y llegar a convertirse en un nuevo foco de poder de manera legítima y totalmente pacífica, dándole paso a la formación de nuevos contrapoderes para mantener el mismo equilibrio dinámico: enriquecido ahora con la participación libre, crítica y dialógica de todos/as los actores sociales, tendencialmente sin posibilidad de discriminación y exclusión alguna. Ello responde básicamente a la misma historicidad milenaria de un gran número pueblos originarios –con cultura no occidental- del mundo entero, dentro del marco de una democracia integral, directa y plenamente participativa. Todo lo cual les ha permitido reproducirse incólumes por centurias y milenios.

La revolución de los contrapoderes da la respuesta más idónea a un sinnúmero de problemas que no queremos anticipar en toda su extensión y alcance. Pero podemos pronosticar algunas situaciones bien ilustrativas. Constituye, por ejemplo, el antídoto perfecto al hiper-presidencialismo neo-bonapartiano que viene extendiendo su malla en este Continente y el resto del mundo. Echa por tierra la concepción deshumanizante de que las sociedades se dividen inexorablemente en líderes, élites y masas. Las múltiples formas organizativas de variada índole y magnitud configuran el polo opuesto a la masificación esclavizante, producto de la modernidad en sus distintas versiones políticas: capitalismo, socialismo real, urfascismo y algunas otras, diferentes o intermedias.

Una vez consolidadas las primeras experiencias exitosas del ejercicio escalonado y progresivo del contrapoder –en su calidad de verdadero poder popular y ciudadano- saldrá a relucir la capacidad de ese 95% de los seres humanos a una adaptación libre, voluntaria, constructiva y crítica a formas nuevas, renovadas y hasta transdisciplinarias, transideológicas e interétnicas de gobernabilidades y gobernanzas. Podrán instalarse progresivamente, sin que transcurra demasiado tiempo, las más diversas utopías -todas ellas perfectibles y diversas, como es el caso del ecohumanismo intercultural y sociodiverso- siempre sobre legitimas bases dialógicas participativas, nunca coercitivas y menos aún seudo-mesiánicas. Pero para que ello suceda es menester reforzar –ya desde ahora- al máximo nuestras organizaciones populares y ciudadanas progresistas y auténticamente democráticas; por ejemplo una amplia e incluyentes. Sociedad Patriótica para la Venezuela actual, en aras de acelerar, enriquecer, optimizar y acompañar con nuestra mejor contribución crítica y autocrítica este proceso de transfiguración política, tan significativa para el país y para el mundo.



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Esteban Emilio Mosonyi

Antropólogo y Lingüista. Rector de la Universidad Experimental Indígena del Tauca


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