Con la agudización de la crisis económica en Venezuela, que arrastra una inflación anualizada que supera el 60% y un desabastecimiento calculado en más de 25% que ha encarecido considerablemente los costos de los rubros necesarios para los venezolanos, se han precipitado los debates, criticas, juicios y sentencias sobre el modelo productivo que superará tales distorsiones.
Ante esto, los representantes de la MUD (derecha aliada al imperialismo) no dudan en señalar que los sectores burgueses podrían restituir el orden, en tanto les sean levantadas todas las regulaciones estatales que los "entorpecen" como "factores productivos", entre tanto coincidimos con el escritor Simón Zúñiga en el hecho de que en el campo de la revolución bolivariana una de las debilidades fundamentales consiste en no tener un consenso acerca del modelo económico que enfrentará los desafíos del presente (la guerra económica) generando las condiciones para consolidar una tendencia (socialismo comunal o capitalismo de estado de transición) que supere el capitalismo rentista dependiente.
Un dato que hace decisiva la discusión de este tema, que seguramente tendrá lugar en el congreso ideológico del PSUV, es el reconocimiento y constatación del hecho de que el Modelo económico empleado hasta ahora por la revolución bolivariana, caracterizado por el uso central de la renta petrolera para sostener una importante política de gasto social que se filtra a la sociedad a través del predominio de las relaciones capitalistas y su régimen contractual vigente, aunado a la escasa productividad nacional es insostenible e inviable, aun cuando a partir del mismo se realiza un mercado interno dinámico que se apoya en una clase media (20% de la población) con gran capacidad adquisitiva y el repunte de los sectores populares al consumo estable de rubros de primera necesidad y algunos de los denominados artículos de lujo. Esta ha sido la premisa del primer plan socialista Simón Bolívar y ahora el Plan de la patria, a saber, superar el capitalismo rentista dependiente, generando condiciones para elevar y diversificar la producción nacional, pero aquí cabe la pregunta, ¿puede la burguesía desarrollar y diversificar las fuerzas productivas en nuestro país? Como afirman algunos “ideólogos” del PSUV.
La burguesía venezolana, sector dominante de la economía nacional, en los poco más de cien años de existencia, ha sido incapaz de generar las bases de un desarrollo propio de las fuerzas productivas (técnico, científico y organizativo), ni siquiera cuando han tenido gobiernos funcionales a sus intereses, por el contrario, su tendencia en los últimos años ha sido la de consolidarse en el sector terciario, en síntesis en el comercio importador, en la esfera financiera especulativa y corrupta, que en los últimos tiempos, a partir de los controles cambiarios ha quedado en evidencia, en estos casos se destacan dos situaciones emblemáticas, la primera denunciada por el propio ministro de planificación Jorge Giordani, quién en su momento expresó, que por la vía del fraude con las divisas asignadas por CADIVI se transfirieron 25 millardos de dólares a empresarios de maletín y señaló que hubo asignaciones de divisas por las cuales el sector privado “importó chatarra”, también ha saltado a la opinión pública, el escándalo de los empresarios venezolanos que lograban sobre facturas en Panamá para obtener dólares de Cadivi, hecho reconocido por el propio canciller venezolano Elías Jaua quién agregó que el 90% de la deuda de Cadivi con Panamá es “fraudulenta”.
Estas actitudes corruptas y parasitarias son apuntaladas por la economía capitalista en su violenta división internacional que además presiona por consolidar el atraso de las economías dependientes, por ello en países como Cuba se les aupó a principios de siglo a los sectores terratenientes la vocación a los monocultivos de caña de azúcar, no sólo para que EEUU se abasteciera de un rubro que no deseaba producir, sino que por las nocivas condiciones que genera tales cultivos en los suelos se apuntalaría y prolongaría el carácter dependiente de la agricultura antillana, también es conocido como la United Fruit Company explotó los suelos centroamericanos entre otros muchos ejemplos.
La dependencia es entonces la característica central de la economía capitalista venezolana, que tiene que importar el 50% de los alimentos que consumió para el año 2013, Según cifras del ministro de Agricultura Yván Gil, de cuya burguesía pone en el sector terciario más del 61% del peso total del PIB, aportando menos del 4% de las divisas extranjeras, pero que parasitariamente demanda del estado nacional más de 45.615 millones de dólares cada año para seguir en su derecho de seguir acumulando a partir de la usura y de la expoliación del pueblo venezolano, aprovechando sus vínculos con el mercado internacional.
En relación a estos datos, el escritor francés Jean Paul Sarte insistía en conceptualizar que “El subdesarrollo no debe definirse como una simple deficiencia de la economía nacional, como lo afirman los liberales de derecha y los reformistas de izquierda. Es más bien una relación compleja entre un país atrasado y las grandes potencias que lo han mantenido en ese atraso. Por tanto es una tensión violenta entre dos naciones y su intensidad se determina en función del retraso de una respecto a la otra”.
Tales son los escenarios de los circuitos internacionales del capital, en los que se acumula y se despoja a los pueblos de sus grandes riquezas y sólo dejan miseria y destrucción ambiental, esta situación la relata con detalles, el escritor uruguayo Eduardo Galeano, refiriéndose a los rasgos de nuestra economía: “Los taladros han extraído, en medio siglo, una renta petrolera tan fabulosa que duplica los recursos del Plan Marshall para la reconstrucción de Europa; desde que el primer pozo de petróleo reventó a torrentes, la población se ha multiplicado por tres y el presupuesto nacional por cien, pero buena parte de la población, que disputa las sobras de la minoría dominante, no se alimenta mejor que en la época en que el país dependía del cacao y del café”.
Esta situación ocurrió en la época en que el imperialismo gobernaba sobre la renta petrolera, hoy en día cuando el gobierno bolivariano utiliza tal palanca para evitar la expansión de la miseria, los actores capitalistas pujan por llevarse hasta la última puya, hasta la última divisa de las reservas estatales, utilizando su control del comercio y los mercados negros para saltar cualquier regulación, ordenando a sus sectores de influencia hacia una política de desobediencia, desbordando cualquier planteamiento de estabilidad económica, los burgueses han logrado sentarse con el gobierno nacional, y cuando les ha tocado el chance de hablar, no pierden tiempo en exponer que la condición para normalizar la economía es precisamente destruir las reformas sociales “chavistas” que permiten que el pueblo tenga una mínima capacidad de consumo y bienestar, por tanto podemos afirmar que, subordinada al imperialismo en la división internacional, la infra burguesía nacional no puede amplificar su tasa de ganancias sin destruir la estabilidad de los trabajadores y sin destruir las regulaciones que traban el óptimo relacionamiento con sus socios internacionales, por ende no pretende, no les es rentable edificar las bases del desarrollo nacional, pues su objetivo fundamental es el lucro que pueden obtener inclinados y no enfrentados a los intereses de las grandes compañías transnacionales.
Aquí cabe como conclusión, una máxima del marxismo: cuándo las relaciones sociales de producción, a saber el mercado capitalista interno y externo, la propiedad privada de los medios de producción y las leyes y ordenamiento jurídico y estructural del estado traban el desarrollo de las fuerzas productivas podríamos entrar en una fase de crisis orgánica, que amerite una revolución.
En consecuencia, contrario a los difundidos postulados del reformismo mecanicista, presentes en el congreso del PSUV, no será el desarrollo capitalista de las fuerzas productivas lo que generará las condiciones para el estallido de una revolución o para poder socializar las riquezas, sino la lucha de clases, como se ha demostrado en las experiencias transformadoras en otros pasajes de países dependientes, es la conversión de los oprimidos en clase dominante, o dicho de otra forma, la superación de la postura defensiva del trabajo.