Rescatar la esencia leninista hacia nuevos octubres

A 90 años de la Revolución Rusa… y el leninismo y la revolución bolivariana

No es un secreto para nadie, que la Revolución Rusa fue el hecho histórico que mas expectativas abrió en los comienzos del siglo XX. Tras su llegada al poder en 1917, los bolcheviques ganaron la simpatía de millones en todo el mundo, se formaban en poco tiempo nuevos partidos comunistas en distintos continentes y se funda la Tercera Internacional. Toda la esperanza de los trabajadores, pobres, intelectuales, jóvenes estuvo puesta por los comienzos de la década del veinte en el desarrollo de esa revolución y en el intento desesperado de conseguir la victoria en otros países.

Tampoco es un secreto hoy, que a la par de esa fuerza revolucionaria y ese apoyo de masas, internamente el stalinismo -tras la muerte de Lenin en 1923- fue minando las conquistas y la fortaleza de la revolución, bajo un manto de muerte, persecución, destierro y un aparato de estado privilegiado y ajeno a las verdaderas enseñanzas de octubre. Bajo el nombre de socialismo se fue gestando la mas siniestra dictadura que oprimió durante décadas a su propio pueblo, para terminar haciendo fracasar –décadas después- la primer experiencia socialista del siglo XX.

En el inicio de este milenio y este nuevo siglo, toda esa traición no puede hacernos perder de vista la gesta heroica y política de los trabajadores y campesinos rusos, y en particular de la dirección bolchevique que encabezaron Lenin y Trotski. Demostrando que así como las revoluciones las hacen los pueblos en un rol insustituible, a la vez el factor subjetivo juega también un papel destacado que puede hacer avanzar o retroceder una posibilidad objetiva.

90 Años después y tras tanta falsificación histórica stalinista y tanta propaganda imperialista ¿Qué podemos rescatar si volvemos a esos días? Creemos que hay mucho por reconocer todavía, por aprender, volver a la esencia del proyecto bolchevique, que merece de nuestra parte que aún hoy la reivindiquemos, aunque al decir de Mariategui en los nuevos procesos revolucionarios, no hagamos ni calco ni copia, sino creación heroica.

Lenin, el político, el táctico, el estratega

Por estos días miles de hojas circularán por el mundo reivindicando la revolución de Octubre, en Venezuela se realizan eventos, foros, debates, publicaciones y otras acciones. Desde ya es muy positivo traer al hoy la experiencia revolucionaria de ayer. Fundamental sería, que los miles de revolucionarios que hacen vida en el movimiento bolivariano conocieran la firmeza política de Lenin y los bolcheviques, que los hizo avanzar en pocos años, a dar golpe tras golpe a la estructura capitalista de la atrasada Rusia, hasta poner el conjunto de sus riquezas y medios de producción en manos del pueblo. Con ataques internos, con guerra civil, con ejércitos extranjeros rodeando su territorio, la revolución no perdió el norte ni su objetivo. Demostrando que una condición esencial para llegar a una economía socialista es querer hacerlo.

También sería importante recordar y recuperar al Lenin político, el que no actuaba con abstracciones propagandísticas sino con políticas y tácticas que partían de la realidad, siempre tratando que avanzara el proceso. El que corregía sus propias teorías si la realidad así lo demostraba. No podemos olvidar que para Marx, la revolución comenzaría por los países adelantados, con ese argumento los reformistas de ayer se oponían a enfrentar a Kerenski en febrero y a continuar la revolución en la atrasado Rusia. Lenin, Trotski y los bolcheviques no hicieron un dogma de Marx, sino que hicieron vivo al marxismo tomando en cuenta la realidad, se podía avanzar en Rusia y así lo hicieron pese al pronóstico de Marx. Revisaron a Marx, para poder aplicar el marxismo en la realidad.

En pleno debate sobre el poder se presentó la disyuntiva sobre que hacer con el gigante movimiento campesino para que apoyara la revolución. Otra vez, Lenin no se movió con dogmas ni a ultranzas con la totalidad de su programa. Se presentó a los soviets campesinos no a imponer el programa bolchevique para el campo, sino a aceptar el programa campesina de reparto de la tierra, para hacer realidad la alianza obrera y campesina. El programa original de colectivización de la tierra no podía aplicarse sin el apoyo campesino, y tampoco sin ese apoyo podía consolidarse el poder obrero. Lenin demostró ahí también su capacidad para tener política, para acordar con aliados, para modificar su propia propuesta si eso permitía que avanzara el proceso. Solo por esa astucia revolucionaria la revolución siguió adelante.

Ya en el poder y en la guerra civil, después de haberse tomado medidas anti capitalistas, la economía sufría un deterioro tremendo. De nuevo Lenin mostró su capacidad de responder a situaciones difíciles. El gobierno soviético implementa la NEP (Nueva Política Económica) que constituía un sistema transitorio y mixto, un “obligado paso atrás” en el que la economía permaneció bajo la dirección y planificación del Estado, pero complementada con la iniciativa privada. ¿Era esto una traición? Para nada, sólo era un retroceso táctico para una situación determinada y por un corto período. Era el intento de responder a la realidad, avanzando y retrocediendo sin perder el norte.

El líder…ni infalible, ni caudillista

Nadie puede negar hoy que Lenin fue sin duda el cerebro y el mejor dirigente de ese partido, y si lo fue desde principio del siglo XX, quedó mucho mas demostrado en los albores de la revolución, cuando en su ausencia por estar exiliado, la dirección bolchevique en Rusia equivocaba la política ante el gobierno de Kerenski, tras la revolución de febrero. Tremenda lucha política libró Lenin contra Stalin y otros dirigentes ni bien puso un pie en Rusia. Sus Tesis de Abril, resumen ese debate por ganar al conjunto del partido para no detener la revolución sino hacerla avanzar hacia el poder obrero y campesino. Llegado a Rusia decía que “Ningún apoyo al Gobierno Provisional; explicar la completa falsedad de todas sus promesas, sobre todo de la renuncia a las anexiones. Desenmascarar a este gobierno, que es un gobierno de capitalistas, en vez de propugnar la inadmisible e ilusoria "exigencia" de que deje de ser imperialista.”(1). Tan convencido estaba que amenazaba incluso con renunciar a la dirección e ir a la base, para convencer desde ahí a los miles de bolcheviques del camino a seguir.

En esas luchas políticas plenas de pasión revolucionaria, Lenin encontró en Trotski su mejor y más inteligente aliado, quien ingresó al Partido Bolchevique junto a su corriente política, y a partir de ahí se transformó en líder indiscutido -junto a Lenin- de la insurrección y el primer gobierno soviético. Los debates decisivos, las más importantes resoluciones, los encontró juntos batallando en la lucha de ideas al interior del bolchevismo. Y ganaron, y la revolución avanzó. Pero aún con esa grandeza y tantos aciertos, tampoco es verdad que tuvieran o apoyaran un modelo dirigente de caudillo, de infalibilidad, de mesías revolucionario. Bien lo cuenta el propio Pierre Broué, un gran historiador Francés ya fallecido, que hizo uno de los estudios más profundos de los bolcheviques. Decía refiriéndose a Lenin: “la inmensa autoridad que posee sobre sus compañeros, no es la del sacerdote ni la del oficial, sino la del pedagogo y la del camarada, la del maestro y la del veterano ‑familiarmente se le suele llamar «El viejo»‑ cuya integridad y perspicacia se admira y cuyos conocimientos y experiencia son muy estimados; por otra parte, es evidente su huella en la historia reciente y todo el mundo ve en él al constructor de la fracción y del partido. Su influencia se basa en la vigorosa fuerza de sus ideas, de su temple de luchador, de su genio polémico, antes que en el conformismo o en el acatamiento de una severa disciplina. Todos sus compañeros, de Krasin a Bujarin, manifestarán hasta que punto supone para ellos un verdadero problema de conciencia en­frentarse con él. Sin embargo, no reparan en hacerlo pues se trata de un deber, él mismo lo afirma, «el primero de los deberes de un revolucionario» es criticar a sus dirigentes: los discípulos no serían por tanto dignos de su maestro si no se atreviesen a combatir su punto de vista cuando piensan que está equivocado. Además, un partido revolucionario no se construye con robots. Esta es la opinión de Lenin cuando escribe a Bujarin que, si prescindiesen de las personas inteli­gentes pero poco disciplinadas y no conservasen más que a los imbéciles disciplinados, el partido se iría a pique” (2).

El partido bolchevique…algunos debates

Una de las consecuencias más nefastas del proceso de burocratización stalinista, fue el ir repitiendo en todo el mundo un modelo de partido –supuestamente similar al bolchevique- donde primaba la dirección centralizada y burocrática. Donde las opiniones de las bases no se escuchaban o incluso se reprimían o eran expulsadas de acuerdo a las directrices de Moscú. El modelo de partido Comunista que predominó durante décadas, como supuesto heredero del bolchevismo no era mas que una caricatura burocrática, ajena a la esencia del partido que encabezó la victoria de 1917. La propia propaganda capitalista aprovechó por años esa deformación burocrática para hacer campaña contra el socialismo, con pruebas en la mano de falta de libertades tanto en los estados socialistas como al interior de sus partidos.

El problema de tanto burócrata y tanto plumífero imperialista, es que la historia esta ahí, para ser estudiada científicamente y ver –objetivamente- como era ese partido, esa dirección, esos hombres. Y basta una mirada profunda para reconocer que aún con errores, nada tenía que ver su proyecto con el que nos vendieron y tergiversaron años después. En ese “supuesto partido burocrático” durante 1917 primaban los debates internos y públicos, las diferencias, las votaciones divididas dentro del Comité Central y en los organismos intermedios. Las peleas apasionadas por ver cual era el mejor rumbo entre febrero, el golpe de julio y el octubre inminente. La relación directa y profunda (no aparatista) de sus hombres con los soviets, organismos de las masas. Difícilmente podamos encontrar en la historia un partido más vivo, más democrático y en plena acción que el bolchevismo en su punto más álgido, frente a la situación más revolucionaria que le tocó enfrentar. Un torrente de pensamiento, de ideas que recorrían los locales, las calles de Moscú y los soviets.

Pierre Broue, decía que “En realidad, el propósito fundamental de Lenin fue construir un partido de acción y, desde este punto de vista, ni su orga­nización, ni su naturaleza, ni su desarrollo, ni su propio régimen interno podían ser concebidos con independencia de las condiciones políticas generales, del grado de libertades públicas existente y de la relación de fuerzas entre la clase obrera, el Estado y las clases poseedoras…Lenin se plantea este problema en su propia fracción, al enfrentarse con los Komitetchiki, que, según el testimonio de Krúpskaya, no admiten ningún tipo de democracia interna y se niegan a cualquier innovación, por su impotencia para adaptarse a unas condiciones nuevas: son hostiles a introducirse en los comités de obreros pues creen que en su seno no van a poder trabajar, pretenden controlar minuciosamente toda la actividad y mantener una centralización y jerarquía rígidas. Lenin les recuerda que «no es el partido el que existe en función del comité, sino éste en función del partido». «A menudo pienso que las nueve décimas partes de los bolcheviques son profundamente formalistas. Es preciso reclutar sin miedo jóvenes con mayor amplitud de criterio y olvidar todas las prácticas embarazosas, el respeto por los grados…Hay que dar a cada comité de base, sin poner demasiadas condiciones, derecho a redactar octavillas y a repartirlas. Si cometieron algún error, no tendría demasiada importancia…El propio curso de los acontecimientos enseña con nuestro mismo espíritu” (3) Como puede verse, la historia del comunismo pos-stalin, está en las antípodas de la esencia del régimen interno bolchevique, que intentamos rescatar.

Abandonando a Lenin

Tras el fracaso del llamado “socialismo real” y en plena aplicación del neoliberalismo en muchos países, se fue fortaleciendo también una corriente de pensamiento que llegó a la conclusión que el problema se resumía a que el modelo de partido bolchevique estaba equivocado o directamente la construcción de partidos. Son sectores de la izquierda que en última instancia consideran que toda la sangrienta y burocrática política stalinista fue un subproducto inevitable del tipo del partido inicial. Por lo cual, cientos de páginas, libros, página web, foros y tantas otras cosas, se mueven por el mundo aún hoy, descartando la idea de construir un partido y poniendo el centro en los movimientos sociales o en la horizontalidad. Y en terminar también con la idea de “tomar el poder”, ya que sería equivocado y fuente de otros errores. Desde el zapatismo, pasando por ideólogos como Holloway y tantos otros intelectuales y profesionales universitarios, se repite este esquema bajo una supuesta convicción de que así nos irá mejor. O como dicen Sergio Tischler y Werner Bonfeld “entonces ¿Qué Hacer? Hay que olvidarse de la idea del partido revolucionario como la forma de organización de la revolución, dicha forma contradice el contenido de la revolución, y por tanto, de la emancipación humana porque solo las propias masas pueden lograr su emancipación…la idea de la toma del poder es la negación de la autonomía social como fuerza productora de la revolución” (4). La culpa, en última instancia para estos intelectuales, es la forma partido de Lenin y los bolcheviques. Injusto y equivocado balance a la historia real del bolchevismo.

En sentido similar otros intelectuales han desarrollado estas tesis, como el reconocido John Holloway que decía hace unos años que “la revolución entonces no es la lucha para tomar el poder de ellos, sino mas bien el movimiento de nuestro poder propio, el movimiento del poder-hacer…huir del capital es fácil, el problema es mantener la huída, evitar la recaptura…huimos y todo el mundo dice: muy bien, puedes hacer lo que quieras” (5). Sin ánimo de ofender a tan reconocido escritor, no creemos que los millones de trabajadores y pobres del mundo puedan huir del capital, con la facilidad de un intelectual. Hoy más que ayer el capitalismo imperialista los domina y aplasta con su poder económico, político, social, cultural y moral, en condiciones de miseria. Por lo cual el poder propio, radica en saber utilizarlo y hacerlo parte de un proyecto político que enfrente a los gobiernos y grupos económicos capitalistas, sin huir centrados en construir un poder paralelo pero limitado, y mas bien avanzando a ocupar el lugar que la historia y las necesidades concretas nos reclaman.

El problema para sostener los razonamientos anti leninistas de estos sectores, como siempre es la realidad. Por un lado, porque los sectores de la izquierda que descreen de una construcción política que parta de la esencia del leninismo, no pueden mostrar como experiencia práctica, ni un solo lugar del mundo donde sin organización política se haya podido avanzar. Porque es verdad que la degeneración soviética no condujo al socialismo. Pero allí donde no hubo una dirección política organizada y con claros objetivos, no se avanzó tampoco. Ni los zapatistas, ni los movimientos sociales en Latinoamérica, ni el movimiento antiglobalización, todos sectores de camaradas muy valiosos con quienes compartimos muchas luchas y objetivos, han podido derrotar al capitalismo. Confirmando -a nuestro modo de ver- que los sectores sociales, los movimientos, los organismos de bases, todos nosotros, necesitamos impulsar esos espacios y fortalecer los movimientos sociales que juegan un rol necesario y destacado. Pero a la vez construir una herramienta política que nos unifique hacia un objetivo superior. Y como parte del objetivo socialista que tenemos, la pelea por el poder político fue y es prioritaria. Sinceramente creemos que el renegar de la lucha por el poder político, más allá de las intenciones, lo único que logra es mantener ese poder en las manos imperialistas, capitalistas o burocráticas, que no van a soltar el poder del mundo si nadie logra políticamente y apoyado en la lucha de clases forzar su salida.

Leninismo y trotskismo en el siglo XXI

Tras la muerte de Lenin y la posterior degeneración stalinista, le tocó a León Trostski encabezar la oposición a ese curso anti socialista en la URSS. Por diversas razones (que no hacen a este trabajo) no pudo lograrlo y fue obligado al exilio primero y asesinado después, como muchos de sus camaradas. Desde esos años los trotskistas en todo el mundo han intentado mantener en pie el hilo conductor de teorías y prácticas revolucionarias desde Marx hasta Lenin, e incorporando sus propios aportes. Sin duda este objetivo fue muy necesario en su momento, para que no se perdieran entre tanta traición las mejores enseñanzas, teóricas y prácticas, del marxismo.

Perseguido en muchos países, y en el caso de Latinoamérica teniendo que soportar dictaduras sangrientas, el trotskismo fue insertándose entre los trabajadores y otros sectores y tratando a la vez de construir partidos revolucionarios alternativos a los comunistas y a la socialdemocracia. Tuvo por momentos avances importantes y también grandes errores que hicieron retroceder experiencias importantes en Bolivia en los 50 y en Argentina a fines de los 80.

Tras la caída del muro de Berlín y los países llamados socialistas se abría nuevamente la posibilidad de que esta corriente revolucionaria empalmara con los nuevos fenómenos objetivos y progresivos, aún en medio de contradicciones y de la aplicación de planes neoliberales en el continente. Este desafío aún vigente, no ha podido todavía ser respondido correctamente por muchos sectores del trotskismo, que lejos de intentar comprender los nuevos fenómenos y enriquecer su teoría sigue atado a elaboraciones de décadas pasadas y un tipo de partido mas acorde la etapa de persecución por dictaduras que al nuevo ascenso mundial.

Quienes reivindicamos la esencia del leninismo y la lucha de Trotski, debemos hacer el esfuerzo por volver a comprender su método en toda magnitud, para acertar en las tareas que el inicio del milenio nos depara. El peor error que podemos cometer es seguir creyendo que bajo nuestro programa acabado las masas vendrán a ser dirigidas por nosotros una vez que descrean de sus concepciones actuales. La vigencia del programa trotskista, solo puede ser útil si es parte activa de los nuevos procesos, si estamos dispuestos a aprender de las nuevas vanguardias, de sus experiencias y aportes. Si somos capaces de confluir con sectores que vienen de otras experiencias y que honestamente buscan la mejor forma de llegar a un proyecto socialista, sin caer en el oportunismo de adaptación a-crítica a lo existente, ni en el sectarismo de negar la realidad y los procesos reales con sus direcciones actuales. En un sentido, los revolucionarios necesitamos transitar un camino hacia un nuevo proyecto de izquierda que mantenga la estrategia y sea capaz también de reelaborar y actualizar, políticas y teorías que nos permitan actuar sobre una realidad rica, contradictoria, y distinta a todas las experiencias revolucionarias anteriores.

Ese desafío lo tenemos en Venezuela quienes editamos MAREA Clasista y Socialista junto a otros sectores revolucionarios, lo tienen en Argentina los dirigentes y militantes del MST y otras organizaciones políticas y sociales, que intentan poner en pie un proyecto de nueva izquierda. Lo tiene en Brasil el PSOL que busca las mejores formas para ser alternativa al desbarranque del PT. O en Bolivia las vanguardias de El Alto que se radicalizan en la misma búsqueda. O los movimientos sociales y políticos del Ecuador que enfrenta una nueva situación política. Así podríamos seguir país por país de Sudamérica, porque en todos lados, aún con magnitudes distintas, la oportunidad existe y consecuentes militantes socialistas también.

El partido vivo, audaz y no dogmático

A 90 años de la revolución Rusa, también existe un debate en relación a la construcción del partido revolucionario. Durante años, el propio trotskismo practicó un tipo de centralismo democrático útil en el sentido de actuar unido y sólidamente en la lucha de clases, pero distorsionado en otro, ya que fue ocasionando una ruptura tras otra, sobre cada debate importante u otros no tanto. Con minorías que no quieren reconocer serlo y deciden rápidamente construir “otro partido” o mayorías que piden silencio y disciplina a las minorías momentáneas. ¿Era eso el centralismo democrático de los bolcheviques? Sinceramente creemos que no, las formas organizativas y el régimen interno de un partido dependen y están condicionadas por la lucha de clases, las relaciones de fuerzas y las condiciones de los revolucionarios en una etapa determinada. El centralismo bolchevique bajo la represión de 1905 o 1906 no era el mismo que el hervidero y las convulsiones de agosto y septiembre de 1917, ni este era igual al que hubo bajo la guerra civil dos y tres años después. De la misma manera la forma organizativa y el régimen interno de los partidos revolucionarios construidos bajo dictaduras en los 70 no puede ser tampoco la forma organizativa actual.

Lo peor que podemos hacer, es ser portavoces de un fetiche sobre el centralismo democrático, cayendo en el error de creer en una forma igual para todo tiempo y lugar. Para intervenir en la realidad, la centralización y la disciplina siguen jugando un rol necesario por los enemigos que enfrentamos, la aceptación y reconocimiento de la mayoría también. Pero el aspecto democrático interno es una condición imprescindible sin la cual no hay posibilidad de construir grandes organizaciones, porque nadie quiere ingresar a un partido donde la primer condición es obedecer a dirigentes, que en la absoluta mayoría de los casos no han sido capaces de dirigir ningún proceso exitoso que sostenga tanta certeza y pedidos de disciplina. La elaboración permanente y colectiva, el debate de ideas y el respeto a las opiniones minoritarias son decisivos para comprobar lo acertado o no de una política, y para preservar un proyecto común. Y a la vez, es la mejor forma como régimen interno, de permitir el desarrollo de mejores dirigentes.
En esta etapa de ascenso, luchas y crisis de los viejos aparatos políticos y sindicales, nos quedamos con el Lenin del auge que llegó con la revolución de 1905 que pedía la apertura del partido diciendo: “Adelante, con mayor audacia, empuñad las nuevas armas, entregadlas a gente nueva, ampliad vuestras bases de apoyo, llamad a todos los obreros socialdemócratas, incorporadlos por centenares y por miles a las filas de las organizaciones del partido! ¡Que sus delegados animen las filas de nuestros centros, aportando el aire fresco de la joven Rusia revolucionaria!... Dejemos a un lado todo espíritu mezquino en la necesaria reforma del partido: emprendamos sin dilación la nueva vía” (6). Nos quedamos con el Lenin que luchaba contra el izquierdismo tras la toma del poder, cuando decía que: “Preparar una receta o una regla para todos los casos, es absurdo. Es preciso contar con la propia cabeza para saber orientarse en cada caso particular. La importancia de poseer una organización de partido y jefes dignos de este nombre, consiste precisamente, entre otras cosas, en llegar por medio de un trabajo prolongado, tenaz, múltiple y variado, de todos los representantes de la clase capaces de pensar, a elaborar los conocimientos necesarios, la experiencia necesaria y además de los conocimientos y la experiencia, el sentido político preciso para resolver pronto y bien las cuestiones políticas complejas” (7). Nos quedamos en resumen, con la necesidad de elaborar bajo el rescate de esa esencia, las mejores formas organizativas para construir partidos o corrientes revolucionarias que incidan en la realidad, mediante una política clara y un método abierto para su elaboración. Y que en ese ejercicio revolucionario, puedan ir fortaleciéndose direcciones y ejércitos de militantes actuando junto al movimiento de masas.
El seguir creyendo, que grupos cerrados y auto proclamatorios, que en la mayoría de los casos no pasan los 200, 300 o 400 militantes, son o se auto consideran “el partido”, es condenarse al fracaso. El desafío del trotskismo en este siglo es ser capaz de superarse a si mismo, ser capaz de confluir con otros sectores y de probar en la lucha de clases un proyecto revolucionario, porque es la lucha de clases la que en última instancia define lo acertado o no de un camino estratégico y de las tácticas ajustadas a ese fin. Donde no se parta de un partido consolidado y enraizado al menos en algunos sectores, habrá también la posibilidad de conformar corrientes políticas, o movimientos políticos amplios u otras transiciones. Todas tácticas posibles y válidas en el camino de construir grandes organizaciones revolucionarias.

Un camino de confluencia en el terreno internacional

En el difícil desafío de construir organizaciones internacionales, y como parte de quienes reivindicamos la herencia de octubre, también enfrentamos el desafío de superar el estadio actual de dispersión y fragmentación revolucionaria. Para algunos pequeños sectores del trotskismo sectario, el objetivo sigue siendo consolidar pequeñas tendencias internacionales, de poca incidencia real y bajo un monolítico programa y pensamiento. Otros tal vez, sigan creyendo ser ellos mismos “la IV”, desconociendo desde esa pretensión que quienes reivindican esa lucha son cualitativa y cuantitativamente muchos mas a lo largo del mundo.

Se trata entonces de pensar un proyecto de reagrupamiento y confluencia de los sectores revolucionarios que quieran construir un proyecto internacional alejado del culto a la marginalidad, y del sectarismo estéril y autocomplaciente. Buscar un espacio político común en el terreno internacional, entre quienes estamos convencidos de ir hacia el movimiento de masas, de probar allí la política abiertos a trabajar con sectores que no provienen del trotskismo, esa sí es una tarea actual, leninista, y profundamente necesaria. Si ya Trotski quería una internacional donde los trotskistas sean minoría, que otra cosa podemos pretender nosotros, dada la magnitud de los nuevos fenómenos y las nuevas vanguardias, y la debilidad de nuestras organizaciones.

El desafío es comprender en toda su magnitud la oportunidad que tenemos si intentamos ser –como fue Lenin- capaces de apoyarnos en una estrategia revolucionaria, con la mayor amplitud táctica y organizativa, abiertos a trabajar en común con quienes vean, aún difusamente un camino similar. Revista de América, como publicación del proyecto de Reagrupamiento Internacional de los Revolucionarios, intenta con opiniones comunes y en otras divergentes o matizadas, desde distintos países del continente y junto a camaradas y amigos de Europa, abrir caminos para esa confluencia. Tal vez sea uno de los mejores y más necesarios homenajes, que podamos hacer a 90 años de octubre, y a la búsqueda de nuevas victorias socialistas.

El leninismo y la revolución bolivariana

La revolución bolivariana es sin duda, el punto más alto hoy del continente, en sus conquistas, en su enfrentamiento al imperialismo, y también en sus contradicciones y problemas internos. Combina conquistas sociales, un discurso socialista y a la vez una fuerte estructura burocrática en el estado que limita y pone en peligro el futuro del proceso, porque interactúa con sectores del poder económico que pervive. Sin ánimo de copiar mecánicamente a la Rusia revolucionaria, sin duda hay elementos y experiencias que bien podrían implementarse. El derecho a la comida, al trabajo, al acceso al crédito y a la vivienda, pueden acelerarse si se tomaran nuevas medidas de nacionalización y control obrero y popular en esas ramas de la economía y de la vida social. Será el desafío tras el referéndum de diciembre, apuntar y exigir se profundice en esa dirección, y en el fortalecimiento de un poder protagónico para los trabajadores y el pueblo, a escala de las grandes decisiones políticas, económicas y sociales.

Hoy estamos en medio de un enfrentamiento por el SI o NO a la reforma presentada por Chávez. De un lado el pueblo pobre y bolivariano, del otro los grandes grupos económicos, los medios privados, la jerarquía de la iglesia y los EEUU. Los revolucionarios, los leninistas, los trotskistas, no podemos ser ajenos a tremenda confrontación política y social. Aún con diferencias con aspectos y artículos de la reforma, debemos tomar partido en la lucha de clases. Apoyarnos en sus puntos positivos y en todo aquello que puede ser motor tras el referéndum para nuevos avances, sin dejar por eso de marcar lo que no compartimos. Porque la crítica revolucionaria es, precisamente, parte indisoluble de las revoluciones.

Pero nuestra crítica por mas dura que sea, se encuentra alejada de esa creencia –a nuestro juicio poco trotskista- que pone por estos días el centro en el ataque a Chávez y al proceso, perdiendo de vista todo marco y ubicación política entre revolución y contrarrevolución en Venezuela. Trotski, cuando México bajo el gobierno de Cárdenas nacionalizaba el petróleo, le decía al grupo trotskista de ese país: “en la lucha contra el capital extranjero en México, la dirección de la LCI en vez de centrar su agitación principal contra los bandidos británicos y norteamericanos, la dirigió mas bien contra el régimen nacionalista-burgués de Cárdenas, atacándolo en forma sectaria, parcial y, dada las circunstancias, objetivamente reaccionaria” (8)”. Nosotros, pretendemos en Venezuela no repetir esos errores de pequeños grupos sectarios, somos parte cotidiana de la lucha actual, somos críticos de acciones del gobierno en el marco de la revolución y la lucha anti imperialista y socialista. Y somos leninistas convencidos que puede haber nuevos octubres, si apoyados en su experiencia y en sus aciertos, superamos los desafíos actuales enriqueciendo la teoría y fortaleciendo la práctica. Para ese objetivo en Latinoamérica, es imprescindible que la revolución bolivariana no sea derrotada en esta fase por la conspiración golpista, por la burguesía imperialista, ni por el “Caballo de Troya” de una burocracia cómplice y enriquecida desde el poder del estado. Y para evitarlo, el primer paso es la unión y el trabajo en común de los revolucionarios con las bases del pueblo y sus organizaciones sociales mas comprometidas con un rumbo socialista.

En el PSUV también existen los debates en torno al partido y a la necesidad o no de tomar en cuenta la experiencia bolchevique. En primer lugar, el llamado de Chávez a conformarlo confirma por un lado la necesidad de una organización política sólida para enfrentar a tan poderosos enemigos, y por otro lado, la amplia participación de las bases en su proceso de inscripción, muestran las ganas de ser parte de una herramienta política. Al ser un partido recién en proceso de construcción hay mucho por ver y proponer todavía. Podemos decir que la elección de voceros y delegados para su primer Congreso fue una experiencia democrática en muchos lados, aunque en grandes sectores se utilizó la maquinaria del poder estatal, regional o de Alcaldías para controlar las votaciones. Nos preguntamos entonces y en medio de tantas contradicciones: ¿Cómo se elegirán los futuros candidatos del PSUV a Gobernaciones, Alcaldías o a la AN? ¿Y la propia dirección partidaria? ¿Cómo se eligieron estos días los representantes obreros y profesionales a la ampliación del Comando Zamora? Porque al menos grandes números de las bases de estos sectores no comparten las designaciones. Como puede verse, en esta nueva construcción habrá fuertes debates y contradicciones, tendremos que proponer y también denunciar si es necesario.

A 90 años de la revolución Rusa, reafirmamos la importancia estratégica de construir grandes organizaciones políticas, de trabajar profundamente en los movimiento sociales y en los organismos obreros, populares, campesinos y estudiantiles. De seguir considerando a los trabajadores como un motor fundamental de los procesos revolucionarios, en unidad con el conjunto de las masas pobres y populares, sectores tan dinámicos e importantes como el propio 13 de abril lo mostró ante el mundo. Construir un nuevo proyecto socialista, puede hacerse rescatando lo mejor de la experiencia leninista del siglo XX y quitando todo lo equivocado y lo tergiversado o deformado por la burocracia soviética y China. Apoyándonos en principios teóricos y políticos aún válidos, reactualizando esas teorías, e intentando comprender los nuevos fenómenos. Dándonos las formas políticas y organizativas que mejor nos ayuden a intentar nuevas victorias.

mareaclasistaysocialista@gmail.com

(1) Las tesis de abril, 1917 - Lenin
(2) El Partido Bolchevique – Pierre Broué.
(3) Idem
(4) A 100 años de Qué Hacer – Sergio Tischler y Werner Bonfeld.
(5) Revuelta o revolución, o lárgate capital - John Holloway.
(6) Sobre la organización del partido, 1905 – Lenin
(7) El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo – Lenin
(8) Acerca de la cuestión Méxicana – León Trotski


*Sergio García, integrante del equipo editor de Marea Clasista y Socialista y de la publicación internacional "Revista América".
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Sergio García* Prensa "Marea Clasista y Socialista", integrante de CCURA

Periodista político. Dirigente del MST en Izquierda al Frente. Director de la Revista Nueva Izquierda.

 sergiogarcialozada1@gmail.com      @SergioGarciaMST

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