En un artículo pasado, querido lector, le comenté algunas figuras que ilustraban la relación entre los intelectuales y el poder.
Le hablé de Platón, el proponente del Rey-filósofo que, a la postre, fue víctima de un Tirano que se creyó filósofo y expulsó a su platónico mentor porque en su isla no podía haber otro.
Le mencioné a Aristóteles, maestro y tutor de Alejandro Magno, tal vez el más feliz, porque se congratulaba suspirando, a la distancia y con nostalgia, de los éxitos de su anterior discípulo.
Le referí a Sócrates, el insoportable preguntón, que le demostraba a los arrogantes del Poder que sabían tan poco como él, con la gran diferencia que él sabía que no sabía, mientras ellos creían que sabían y lo demás era “paja”.
En otra colaboración, conté la tragedia de los intelectuales trágicos de la reforma del Estado, de la COPRE y su destino, de los sabios desesperados por la brutalidad suicida de sus cogollos. Del llanto que los acompañó durante toda la década de los ochenta. De ansiedad, angustia y desesperación al ver consumado el gran fracaso del bipartidismo.
Hoy, querido lector, escribiré acerca de una cuarta figura de intelectual relacionado con el Poder: Ulises. El Rey de Ítaca acompañó al inepto y cornudo Agamenón en una guerra que sólo se ganó por la fama y la bravura de Aquiles, y el propio ingenio de Odiseo, que así también le llaman a nuestro personaje.
Ya usted sabe qué representaría aquí Ulises: el intelectual resuelve peos. El astuto que usa su intelecto para sacarle la pata del barro al jefe, aún reconociendo esa ineptitud y cornudez de los agamenones. De Ulises fue la idea del famoso caballo frente al cual se rindió Troya. Y ardió al final.
Se trata de un intelectual ideal. No habla paja. No pregunta demasiado. No enseña demasiado. Nada en demasía; sólo aporta ideas brillantes, prácticas, sencillas, con las cuales resolverle la vida a Agamenón. Claro: Ulises es Rey. Y, a diferencia de Agamenón, tiene una esposa fiel y (¡caramba!) tan astuta como su marido, Penélope, quien tejía y destejía el manto aquel, mientras esperaba a su amor.
De modo que de ingenio en ingenio, de astucia en astucia, el Rey Ulises llega a su casa y acaba con los pretendientes a su trono y a las delicias de Penélope. Es ese momento, la matanza de los pretendientes, cuando Ulises se nos revela como es: el Rey Sabio ¡Mira, Platón, por donde vuelves a salir!
Tal vez Ulises desarrollaba un hipoliderazgo. Siguiendo la matriz explicada con brillo el domingo 14 de junio por el Presidente Chávez, seguramente Ulises entendía que contaba con un equipo (o sea, Penélope) con suficiente capacidad y voluntad, en el cual podía delegar tranquilamente, mientras se dedicaba a ganar guerras, escuchar sin consecuencias cantos de sirena (no de ballenas), zafarse de los embrujos de una encantadora hechicera y dirigir su nave a través del Ponto vinoso hasta la Patria.
La matriz de liderazgo explicada por el presidente Chávez, evidencia el brillo de un intelectual. Él mismo reconoce que ha estudiado y hasta escrito cosas de su propia cosecha, al tiempo que felicitaba a los intelectuales reunidos en el CIM. O sea, Chávez es un intelectual. ¡Platón mira por donde apareces!
La matriz que nos enseñó el presidente Chávez, da la razón, de una manera sencilla, lógica, clara, por qué en un equipo con baja capacidad y voluntad, el estilo debe ser el de “dirigir”, meterse el jefe en todo, controlarlo todo. Explica también por qué el presidente Chávez considera que, al contrario de lo que se dice, no se mete en todas las cosas en que debiera meterse. O sea, que el presidente Chávez, en realidad, desarrolla en ciertos aspectos, un hipoliderazgo.
¿O, al contrario, su equipo es el hipo que lo obliga a ser hiper?