El 8 de diciembre venidero, como bien sabemos todos los venezolanos, habremos de votar por los alcaldes de cada municipio y los respectivos concejales. Es, si se quiere, una elección de poca significación en la historia venezolana y en muchos países. Por lo menos si las vemos desde una perspectiva cotidiana y no dentro del escenario revolucionario y nada incómodo para las tradicionales clases dominantes del capitalismo.
Por eso, es interesante resaltar, como en la primera vuelta de las elecciones chilenas sólo votó el 50 % de los ciudadanos aptos para hacerlo, donde se enfrentaban en primer término los representantes del oficialismo y los remanentes del pinochetismo, asidos a un clavo caliente, como el mismo presidente Piñera, de un lado y las fuerzas menos reaccionarias, como las encabezadas por la señora Bachelet. Aunque para ser justo, es sano señalar que a ésta candidata la apoyó el partido comunista chileno y hasta la prestigiosa dirigente estudiantil Camila Vallejo, quien resultó electa diputada.
Lo anterior viene a cuento por el carácter y fuerza de cambio del proceso venezolano que obliga a la derecha, representada por la MUD, a tomarse cualquier contienda electoral como una oportunidad para poner palos en la rueda de la carreta e intentar descarrilar la carrera venezolana hacia una sociedad más justa y equilibrada.
Tanto es el miedo del capitalismo brutal y sanguinario y sus partidos en Venezuela, ese mismo que el Papa Francisco denuncia, que ante una elección de alcaldes, pone en juego todas sus cartas sucias y ha lanzado una campaña de especulación atroz e inhumana para aterrorizar a los venezolanos sacándoles de los bolsillos, como quien atraca a mano armada, sus modestos recursos. Tiraron al lago de la economía un pedrusco, representado en unos bienes a quienes alteraron ostensiblemente los precios y provocaron una onda inmensa y alta que se trasladó al todo. Pese a que ya antes, habían venido subiendo paulatina y sostenidamente precios injustificados, pese al uso de dólares preferenciales, escondido o acaparado grandes volúmenes de mercancías, detenido el ritmo de producción, para desequilibrar el mercado y provocar inflación artificial.
¿Por qué este plan económico desestabilizador en estos días de diciembre, en los umbrales de un proceso electoral que sólo escogerá alcaldes y concejales?
En la página “Los Domingos de Díaz Rangel”, del 24 de noviembre pasado, el conocido periodista y director de “Últimas Noticias”, hace una cita de un documento emanado de la MUD, que dice lo siguiente:
El Plan Estratégico Venezolano tiene esta finalidad: “Los objetivos planteados en el presente plan se enmarcan esencialmente hacia los municipios previstos para el 8-D, al mismo tiempo que incluye el desgaste acelerado paulatino de la gestión del gobierno facilitando el triunfo supremo de la oposición para este evento, pero si fuera mucho antes mejor.”
Tome nota el lector, o mejor piense, el significado o intención de las expresiones subrayadas y en cursivas, “triunfo supremo” y “pero si fuera mucho antes mejor”.
Es por demás conocido que esas elecciones, constitucionalmente hablando, no ofrecen ninguna de esas opciones. Simplemente están concebidas para escoger nuevos alcaldes y concejales como ya dijimos, lo que deja en entre dicho lo de “triunfo supremo” y “pero si fuera mucho antes mejor”.
Las expresiones encontradas en el documento que cita EDR, no son más que el enunciado del plan B de la derecha venezolana que aborda todo acontecimiento como oportunidad propicia para irrumpir contra el orden constitucional. Para eso mismo, como en el pasado lanzaron la huelga patronal y el paro petrolero, luego otras tantas cosas, como los paramilitares colombianos, militares fuera de servicio arengando en las plazas públicas y las guarimbas, desórdenes y protestas violentas, ahora apelan a la alteración desmedida de los precios, valiéndose de sus aliados en el área comercial, aparte del acaparamiento, para generar zozobra y descontento. Todo para desalentar a los votantes partidarios del proceso bolivariano y hasta provocar un estallido popular. No es nada distinto al refrito del plan norteamericano para cada caso; el mismo que le aplicaron a Allende.
Ante la respuesta oficial, mediante la cual se han puesto de bulto todas las patrañas opositoras con la ayuda de la red comercial de distribución y estafa, y logrado que los precios tiendan a volver a la normalidad, quienes combaten al gobierno asumen, sin pudor alguno, la defensa de los especuladores, quizás por aquello que los bomberos no se pisan la manguera, y hacen anuncios trágicos a futuro:
Dice Capriles, “si ellos (el gobierno) ganan el 8-D, todo el caos que vemos se va a profundizar”. Es decir, amenaza al pueblo que si vota por el gobierno, ellos se encargarían que sus socios del área comercial cual pirañas, caerán sobre los consumidores con más saña. Habrá más especulación.
No se percata Capriles que esa amenaza es innecesaria, pues los venezolanos sabemos bien, que de ganar la derecha, ese caos nos espera; pues si estando en la oposición, especulan y roban sin medida, cómo no hacerlo estando en el gobierno.
Al comentar sobre las colas que, por razones fáciles de entender, las de un pueblo que no podía comprar bienes necesarios por los inflados precios al extremo de los comerciantes, aprovechando la navidad, el ansia especulativa y la estimulación de la derecha dentro del plan conspirativo y desestabilizador, el reiterado candidato de la derecha, de manera simulada, aunque nada inteligente, llama “represión”, la intervención del gobierno, fundamentada en la norma legal para proteger a los consumidores y hace el sibilino comentario:
“Nadie tiene que decirles que salgan a la calle, ¡salgan solitos!”
Es obvio que no hizo un llamado a votar, sino a una salida en desorden y con un fin sobre el cual ninguno de ellos asume responsabilidad. Como aquí se dice, no es más que una auto convocatoria a los suyos a la violencia y generar conflictos; mientras ellos, Capriles y sus cercanos, dicen “yo no fui”.
Quienes han estado saliendo en masa a la calle, en estos días pre navideños son personas que quieren hacer rendir sus ingresos de navidad, no a conspirar contra el gobierno. No obstante, en un estado de desvarío, el oscuro personaje, protector y protegido de los especuladores, sueña que eso, de salir a la calle en forma masiva, lo hagan para tumbar al gobierno.
Porque la derecha venezolana sueña no con ganar las elecciones municipales, lo que está dentro de los derechos constitucionales que le amparan, sino deshacerse de Maduro, “si fuera mucho antes mejor”.