Todas las muertes producen dolor. La premisa resulta bastante pueril, justo hasta el momento en que uno verifica lo que está tratando (y casi logrando) la derecha venezolana y su sistema de medios de comunicación desde hace varios años, pero con particular frenesí desde hace unas semanas: los ciudadanos de este país están siendo programados para llorar ciertas muertes, y no a las muertes en general o a la muerte violenta como abominación. Va una prueba. ¿Recuerda usted con facilidad el nombre de Miguel Rivas? Responda honestamente. Haga otro pequeño esfuerzo: ¿le suenan los apellidos Sindoni y Faddoul? Por supuesto.
Usted tiene derecho a llorar, a deplorar y a manifestar pública y enérgicamente su rabia por la muerte de estos últimos. No está solo: con toda seguridad tendrá a su lado a miles de venezolanos, y también a las cámaras y reporteros de Globovisión, pero no para hacer un registro periodístico de su manifestación sino para reforzar su tesis de que el Gobierno mató, mandó a matar o permitió que mataran a esas gentes. ¿Todavía no recuerda quién es Miguel Rivas? No se preocupe. En eso también lo acompañan miles y miles de venezolanos.
También ha sido asesinado Jorge Aguirre, reportero gráfico de la Cadena Capriles. Otra muerte injusta y espeluznante, otro trabajador ajusticiado por un güevón de uniforme que cree que la autoridad sirve para dárselas de más arrecho que los demás y no para colaborar con la gente. No hace falta programación alguna para llorar y rabiar también este crimen. Pero usted seguramente todavía no recuerda quién es Miguel Rivas.
muerte propagandista
De todas las mencionadas, las muertes que han convocado mayores expresiones de protesta y de dolor son las de los niños Faddoul, precisamente por su condición de niños. Por casos menos dramáticos y repugnantes que ese ha habido manifestaciones públicas en todas las épocas, así que las que se produjeron el miércoles tienen plena justificación. Si uno viera a los seres humanos como simples cifras estaría tentado a convencer a nuestros compatriotas de que esos asesinatos son apenas cinco en la lista enorme y en constante crecimiento de ciudadanos inmolados en Venezuela por parte de criminales. Sólo que todos los muertos tienen un nombre (Miguel Rivas, por ejemplo), una familia, unos allegados que los amaron o les tuvieron afecto, así que lo procedente es convocar, no a restarle importancia a los casos particulares de los Faddoul, Sindoni y Aguirre, sino a tomar conciencia de que el crimen violento es un problema enorme por resolver y no una secuencia de problemas particulares.
El crimen violento no ha de acabarse porque se resuelvan policialmente los casos más divulgados, y ni siquiera porque se resuelvan todos o la mayoría de los crímenes cometidos contra personas menos conocidas. Pero tampoco, como quieren intentar los medios privados, criminalizando al chavismo y movilizando (otra vez, como hace cuatro años) a una masa de gente para que actúe, pero no para perfeccionar a las instituciones sino para patearlas e intentar su derribamiento.
Y no se preocupe, no se sienta culpable si todavía a estas alturas sigue sin sonarle el nombre de Miguel Rivas. Usted no es esa clase de personas. Pero está siendo programado para que lo sea. ¿Usted piensa calársela o va a hacer algo al respecto?
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