Se sabe muy bien con cuántos elementos en contra juega Venezuela Bolivariana en la elección de este próximo domingo. Los medios, casi todos ellos, menos los construidos desde abajo y a la izquierda, se encargan de recordarlo hora a hora, minuto a minuto. No dicen, eso sí, cuáles son las virtudes de este proceso revolucionario que ya lleva 16 años de existencia.
1.- Asustan: “Una grave crisis ha puesto a gran parte de la población venezolana al borde de la inanición”, exagera apocalípticamente un columnista del “Miami Herald”, para describir la prolongada guerra económica que sufre el país por parte de los grandes pulpos de la alimentación, de la vestimenta, de los electrodomésticos. Sin embargo, nada dicen de como sus amigos locales, los grandes empresarios que una semana ocultan un producto fundamental como la harina pan o la leche, generan las colas en los barrios populares y sus consiguientes rabietas, y a la semana siguiente miden el pulso haciendo desaparecer otro, apuntando a que Caracas o Valencia “exploten”. Tampoco hablan de los antídotos: la reproducción de “mercales”, esas grandes superficies populares para vender alimentos del productor al consumidor eludiendo las mañas y conductas abiertamente saboteadoras de los intermediarios. Ni cuentan que a pesar de todas estas crueles operaciones de asimetría bélica, el pueblo no estalla en rebeliones como los que habitualmente se ven en otros países ante problemas similares. Y no lo hace porque sigue apostando a mantener la herencia legada por su Comandante Supremo. Contra viento y marea, y a veces haciendo ejercicios para controlar su propia paciencia y lanzarse a la calle contra especuladores, saboteadores, contrabandistas, o parados camuflados.
2.- Azuzan: planteando que “vamos a ayudar al pueblo venezolano a que se encamine por la senda de la democracia”, como susurra el general John Kelly, del Comando Sur USA, otro que cree que el país está al borde de la “implosión popular”, y el discurso se repite al unísono en las grandes cadenas televisivas de Estados Unidos, como para arrimar otra ayudita a sus amigos de la oposición nucleados en la denominada Mesa de Unidad Democrática (MUD). Pero no cuentan, ni Kelly ni su tocayo Kerry, que el nivel de politización que ha impreso el proceso liberador chavista a las grandes masas populares no admiten implosiones ni provocaciones de ningún tipo. Puede haber críticas profundas por malas gestiones o por acciones de corrupción (¿qué país del mundo puede tirar la primera piedra en ese sentido?) pero eso es parte de la conciencia que empoderó a este pueblo a partir de la irrupción de ese gigante llamado Hugo Chávez, y eso sí que no tiene retorno. Pero de allí a hacerle el juego a las políticas imperiales hay un abismo, y eso, los Kelly o los Kerry no lo pueden entender, por más millones de dólares que inviertan en acciones desestabilizadoras.
3.- Se inmiscuyen de mil maneras, como por ejemplo a través de los dichos del nuevo peón de la estrategia derechista latinoamericana, un tal Mauricio Macri. Ese personaje que suele moverse por el microcentro porteño repartiendo globos amarillos y contorsionándose exageradamente cada vez que escucha alguna música pegadiza. El susodicho, que a partir del 10D gobernará Argentina, apunta a querer borrar a Venezuela del mapa del Mercosur (y si por él fuera, del continente). Sin embargo, más allá de los festejos obsecuentes de un sector de la clase política argentina conservadora, del consiguiente eco en los barrios del Este caraqueño, y del repetir como loros de “sus” diarios y televisoras, nadie en su sano juicio puede imaginar que estos gestos signifiquen algo más que una de las tantas bravatas de personajes minúsculos que suelen abundar por el andarivel de la política. Venezuela se ha ganado un sitio preponderante en la política latinoamericana, es una nación que ha sabido cambiar las reglas de juego de la región, generando procesos de integración jamás imaginados. Esto es algo que los Macri, los Almagro o los Insulza, suponen inconducente para los pueblos y apuestan a hacer girar el reloj de la historia otra vez hacia atrás. Que no lo logren será parte de la madurez de cada uno de los países del continente, evitando así que retornen aquellos tiempos de las humillantes relaciones carnales con Washington.
Venezuela llega a esta elección de cargos legislativos, que en otros países sería algo más que normal, en un clima de forzada tensión, sobre todo a partir de las continuas andanadas del terrorismo mediático. Pero es verdad también que la oposición más ultraderechista representada por Voluntad Popular y su gurú enrejado, Leopoldo López, alimentan el clima de desestabilización. Por un lado no firmando el acta por el cual se plantea el reconocimiento del resultado electoral, abriendo con su negativa la puerta a poder “cantar fraude” si el escrutinio no los favorece. Por otro, buscando, como lo han hecho Lilian Tintori y María Corina Machado, que sus padrinos internacionales (desde Felipe González, Rodriguez Zapatero y Mariano Rajoy hasta Obama, el Comando Sur y los amanuenses de la derecha latinoamericana) vomiten a diario epítetos contra la democracia popular y participativa venezolana.
Pero todos y cada uno de los enemigos del proceso bolivariano se van a chocar el 6D con una realidad: los que votan son los venezolanos y venezolanas. Muchos de los cuales fueron tratados como personas por primera vez cuando Hugo Chávez convocó a armar una nueva Constitución, otros tantos se han beneficiado en estos años de salud, educación y vivienda, y eso no es poca cosa. Ni qué decir del salto cualitativo que el país pudo dar en cuanto a atender las demandas de los más necesitados e incluso de esa clase media quejosa y a veces ingrata, con los derivados en avances sociales producidos por la renta petrolera. Esa ganancia que Estados Unidos aspira a controlar para alimentar, seguramente, más guerras y más muerte.
La buena memoria es fundamental a la hora de poner un voto o de ganar la calle. El que sabe como vivía antes estará dispuesto a defender todo lo ganado ahora. El que por el contrario cae en atender el canto de sirena de quienes pretenden retornar a la Cuarta República, se estará suicidando como ciudadano o ciudadana. La sentencia sirve para Venezuela pero está cimentada por lo ocurrido en otros países del área.
El 6D el pueblo venezolano tiene la oportunidad, nuevamente, de cerrarle la puerta en las narices a todos sus enemigos, y con ello lanzar una señal a escépticos y descreídos. Pero especialmente será un mensaje que apunte a la ambición desmedida del Imperio. Y de paso pincharle los globos a Macri.